Por Frank Kotermann
Los gritos de las mujeres, guardando la debida distancia, en solidaridad con los comuneros mapuche reprimidos por desahogo del ministro Pérez en el territorio que incendió con su desafortunado debut, fueron la primera señal de reaparición de manifestantes después de largos meses en la Plaza de la Dignidad. En el intertanto sólo Sebastián se dio el gustito del que Cecilia asegura se arrepintió por no haber percibido el costo para su desnutrida imagen.
Confundidos los carabineros de guardia se ocupaban de resguardar al General Baquedano luego que un histérico señor de pelo corto advirtiera, a gritos, que las “subversivas” intentarían derribar la estatua de Baquedano para lanzarla al río Mapocho. Fue el momento tragicómico de la manifestación. Un par de gritos de respuesta de las chicas, con el humor chilensis a flor de labios, enfurecieron al caballero de terno azul que se retiró, a gritos, protegido por los guardianes de Baquedano.
Debo decir que el doctor Martínez había pronosticado la resurrección del movimiento en el emblemático espacio donde penaron ánimas bajo advertencias reiteradas de la señora alcaldesa. Por lo mismo llegué a creerme la broma de un automovilista que, junto con tocar la bocina a las jóvenes que hacían el círculo en torno a la plaza, gritó: “ojo que viene la Matthei”. No fui el único que pisó el palito, imaginando un nuevo trote municipal. Falsa alarma.
El movimiento en nuestra vecina plaza fue tema obligado en la conversación de la tarde en el departamento del galeno Martínez al retorno de su temprano turno clínico. No habíamos previsto que fueran mujeres jóvenes las que la reinauguraran. Tampoco que la reivindicación por el territorio ancestral que marca el conflicto que dueños de camiones y el ministro Pérez quisieran resolver a balazos fuera la primera causa que reinstalara el ruido ciudadano en el barrio.
Resucitó para quedarse moleste a quién le moleste aseveró Martínez. La muerte de Iris Rosales Quiñilén (53 años) y su hija de 17 años en Ercilla el pasado sábado fue por ahorcamiento, sin duda, dice el galeno. La interrogante igualmente feroz es quién lo ejecutó. El rapidísimo informe oficial de suicidio abre dudas no sólo porque ambas eran activas y entusiastas protagonistas de la reivindicación territorial, también porque al no tratarse de un accidente resalta la distancia cultural del mapuche al suicidio. El vandalismo patronal y la brutal violencia animada por la poco agraciada Gloria Naveillán (UDI y líder del temible APRA) han incendiado el ambiente y, como suele ocurrir (el galeno Martínez enumeró 8 casos de muertes de mapuche cuya causa fue ocultada por fuerzas policiales, además del caso Catrillanca) la mentira oficial intenta imponerse.
Vaya clima que un duro con prontuario, como jefe de gabinete, puede extremar ante la evidencia de un plebiscito que sabe, como casi todos, el rechazo a una nueva Constitución no puede ganar. Se difunde el intento por crear un clima para impedir una masiva participación de ciudadanos inhibidos por la pandemia o la amenaza de violencia. El galeno Martínez no tiene duda alguna que esos intentos fracasarán y me puso como ejemplo la primera movilización de mujeres de la pasada mañana del lunes. Campechano el doctor insistió en que la gente ya no comulga con ruedas de molino. Ha pasado demasiada agua bajo el puente, añadió mirando el turbio Mapocho, lo hemos visto aquí mismo desde octubre del año pasado. Ni la pandemia ni Pérez. Ni los dueños de camiones ni los que defienden el poder de las forestales en territorio mapuche podrán con la inmensa mayoría de una población hastiada de un sistema que se cae a pedazos. Por eso me dijo el galeno “Sí, se puede”. Pienso en las chicas movilizadas en la primera mañana sin encierro obligado. Se nos vienen más de dos meses en que nuestra plaza estará muy viva. Y llena de sorpresas, como la vida misma.
Sigan cuidándose, como las chicas que rodearon la plaza. Con mascarillas, cabeza fría y corazón caliente se puede.
La próxima semana les cuento novedades del barrio. Hasta entonces.
Frank Kotermann