Te lo advertí Cecilia…

por La Nueva Mirada

Por F. Kotermann

Como les consta en mis últimas líneas eludí, en la medida de los posible, las referencias directas a Sebastián. En buena medida por consideración a Cecilia, con quien no he perdido el contacto, insistiendo ella en convencerme que su permanente presencia, más que evidente, controlando al susodicho, evitaría nuevos bochornos. Nuevamente ella ha caído en una frustración mayor ante la descabellada irrupción del ya difícilmente nombrable en la Plaza de la Dignidad.

No intento darme un festín como lo ha aprovechado de hacer Carlos Peña, expiando culpas gracias al obsequio mayor brindado por el descerebramiento agudo – calificación brindada por mi vecino, el galeno Martínez- de quien continúa ostentando el cargo de mandatario, favorecido solamente por la irrupción del tormentoso coronavirus, desgracia adicional que continúa golpeando al planeta, pese a los esfuerzos de su compadre Mañalich para demostrar que la mutación del virus a benigno no fue uno más de sus exabruptos que Sebastián se traga sin anestesia alguna.

Lo cierto es que Sebastián se puede superar a si mismo, sin escrúpulo alguno, aunque la sumatoria y acumulación de puestas en escena auguren un patético final para sus ambiciosas e ilimitadas pretensiones. Ha eludido la justicia internacional confiando en que don dinero es imbatible. Se siente más intocable que Trump y Bolsonaro, dos de sus amistades que pasan por momentos más que críticos coronavirus mediante. Si Trump pretendió dejar morir Nueva York y Bolsonaro, en su demencia, acumula el abandono de sus más cercanos, Sebastián siente que no pecó ni venial con su numerito ante la estatua de Baquedano y se dio por salvado con su mentirosa explicación que no le creyó ni Cecilia, nuevamente víctima de sus gracias que, demencialmente (insiste mi vecino galeno) va recopilando como piñericosas tan repetidas como podridas para los que se hastían de su estupidez sin límites ni fronteras.

Mi estimado doctor y vecino de tertulias prolongadas en días de encierro me explicaba la diferencia entre el descerebramiento experimental de algunos animales y el cese de las funciones esenciales del cerebro humano en determinados ámbitos de la conducta cotidiana que, ciertamente, tiene efectos más que complejos cuando ocurre en individuos empoderados. Fue generoso en alusiones a personajes históricos a través de los siglos, excediendo los ejemplos clásicos de Hitler y Mussolini.

Creo que mi aún estimada Cecilia está en un callejón sin salida. Deberá seguir cargando con el millonario (algo ayuda eso) descerebrado que, como tiene bajo su mando a “empleados” bien remunerados, continuarán tragándose la vergüenza ajena del desquicio de Sebastián que anunció recientemente medidas de apoyo a mujeres con 13 meses de embarazo…

No hay salud…chiste cruel en tiempos de pandemia.
Será hasta la próxima…y no olviden cuidarse de Él

Afectuosamente
F Kotermann

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