A estas alturas el único postulante presidencial que no está inquieto por un eventual contagio de coronavirus es el incólume Eduardo Artés. No solo por no haber participado del desgraciado encuentro sino por sus reservas físicas y psíquicas sustentadas en su tan férrea convicción ideológica.
Casi todos, empezando por sus contertulios en el primer debate televisivo, marcaron ocupado con las referencias históricas del profesor acerca de su adhesión al desaparecido régimen soviético. Indicó sus límites al momento de la desaparición formal del estalinismo, asociado a la llegada de Nikita Kruschev al poder de la entonces potencia comunista. ¿Quién carajos iba a registrar aquella sutileza del profesor?
Artés ha incorporado facetas humanas, no exentas de algún humor rojinegro, que quedará en el muy liviano recuerdo nostálgico de los empobrecidos debates presidenciales 2021- hasta hoy cargados de frecuentes chapucerías y esperables lugares comunes- con más rasgos de historieta que Historia propiamente tal.

El contagio de Boric incorporó un inesperado suspenso mayor al ya incierto pronóstico electoral, en medio de encuestas contagiadas de desprestigio, pese a que la mayoría coincide en que Gabriel, el acelerado joven sureño, es favorito.

Contagiada de malestar se manifestó la única dama en competencia, por el retardo en la confirmación del afectado por la maldita pandemia. Yasna corre contra el tiempo perdido en una falange que le aporta poco pino a la muy retardada carrera de la nortina, tras dejar vario(a)s herido(a)s con la inconsulta designación (¿recuerdan que la elegida en primarias internas tenía otro nombre? de Provoste.

Marco Enríquez(suma cuatro candidaturas en su ya madura humanidad) continúa siendo aludido como Marcos Henríquez por titulados en alguna universidad lejana a su parisina formación que, reconozcamos, le ha sumado un manejo del verbo algo superior a sus contendientes que suelen quedar mareados por sus reflexiones y ágil juego con las cifras. Muchos dirán que ya “pasó la vieja” para sus sueños de estadista, pero se le agradece el lenguaje, aunque esté perdiendo el humor y quizás necesite algún ansiolítico.

La desgracia golpea a Sebastián (no sólo por coincidir con el nombre del gran perdedor de estos últimos años) y su repetida historia del cambio de apellido, pese a una evolución autocrítica (¿le quedaba otra después de la traición colectiva de sus iniciales adeptos partidarios?) hacia un tipo reflexivo, anti – autoritario y abierto a los cambios. Algo que no hace más que proyectar el perfil de perdedor del más que zarandeado Sichel.

José Antonio, sorprendido por su irrupción en las encuestas y conocedor de sus límites mayores para imponerse en segunda vuelta, continúa jugando al huevón sonriente que no le entran balas, aunque le desnuden sus pillerías financieras(le ocurrió con Mosciatti). Tentado a morigerar las atrocidades de su programa cívico – militar no puede hacerlo sin desnaturalizarse. Igual parece humano y se asustó con el contagio de Boric. Pero sigue siendo JAK y hasta aquí llega el sentido del humor.

Este pinganilla y chivero no cumple las condiciones para ser considerado en estas líneas. Lo lamentamos por lo(a)s giles que lo apoyan. No son tan pocos. Pero Chao Pescao…Y cuéntate una nueva.
Será hasta la próxima (no es una indirecta para MEO)