Por Frank Kotermann
El encierro pandémico estimula desajustes en la salud física y mental. El ejercicio, la meditación y el buen respirar, resultan más eficaces que la lluvia de ansiolíticos que invade crecientemente la dieta de millones. Todo parece más inquietante cuando esos desajustes mentales afectan a las primeras autoridades. Bolsonaro en un extremo creciente y nuestro Sebastián, desvariando más que cerca, son testimonios de temer.
Esta reflexión ha contado con el respaldo fundado del doctor Martínez que nos controla y sugiere respuestas a una amenaza no tan lejana de terminar hablando con paredes y ventanas. Lo inquietante es cuando nos responden…
La demencia no ha estado ajena a nuestra historia patria. Sin ir más lejos el dictador terminó con demencia real o simulada, aunque la ejerció sin diagnóstico conocido durante su largo prontuario criminal, con evidentes signos psicopáticos. Cuando la justicia lo sorprendió casi fortuitamente haciendo negocios en Londres empezó su pequeño calvario y entonces oportunamente llegó el diagnóstico de una demencia vascular, subcortical moderada, que le alivió el final evitando un merecido encierro entre rejas.
A estas alturas del partido de la pandemia se suman cotidianas demostraciones del desequilibrio presidencial, con algún inicio casi simpático en las conocidas estupideces oficiales denominadas “piñericosas”. Antes de la pandemia, si usted no olvida, existió un estallido social, estampida denominada de muy diversas maneras que terminó con el programa de gobierno en el tarro de la basura. De allí en adelante Sebastián perdió el humor y de su boquita aparecieron declaraciones de guerra varias y célebres, los tics crecieron exponencialmente con efectos desastrosos para su entorno familiar, especialmente en Cecilia que lo ha debido bancar hasta el extremo. Lo único que lo mantiene optimista es el crecimiento de sus utilidades financieras que, como nos hemos informado, crecieron sustantivamente para el bolsillo familiar y sonrisa del fideicomiso tuerto.
Sin embargo, valga preguntarse para qué tantos y tantos billones verdes si en lo cotidiano te lo pasas drogado por ansiolíticos que se te cruzan con ansiogénicos que coquetean desde las sombras, acentuando una conducta errática que sólo suma resentidos sedientos del momento oportuno para saldar cuentas por las humillaciones recibidas.
La visita solitaria para fotografiarse en la Plaza de la Dignidad (El general Baquedano debió luego apretar cachete…); antes el ridículo de la fotito con Donald Trump; aquel fingido llamado telefónico, a mediados del año pasado, a Xi Jinping, ofreciéndole ayuda de profesionales chilenos para enfrentar la pandemia; allí mismo donde llevó a sus hijitos a pasear; los empujones para salir en la foto en la frontera colombiana – venezolana; el paseo por la playa de Cachagua sin mascarilla…A qué seguir…Hay otros episodios menos prudentes que aún enojan a Cecilia.
Quizás algo más que la demencia vascular del innombrable capitán general. Dicen que hay cosas que el dinero no puede comprar…¿Tú qué dices Sebastián?
Si la suerte te acompaña estarás 11 meses más jugando en La Moneda…En buena, apúntale a los ansiolíticos…No te pases de rosca…
A estas alturas recuerda que hay varios demasiado atentos al raspado de la olla…
No confundas las pastillas
Afectuosamente,
Frank Kotermann