Con tiempo libre como embajador de un gobierno en descomposición, el siempre bien ubicado Roberto Ampuero, ahora en Madrid, ha publicado una nueva novela que ciertamente no hará historia, pero sí interpreta el desvarío del entorno de Sebastián. Conociendo los hábitos familiares, lo más probable es que Cecilia lea “Demonio” y le haga un resumen que caerá bien al atribulado Tatán.
Fue precisamente la trayectoria de un apostador “a ganador” la que aproximó al prolífico Ampuero al entorno de Sebastián y sus regalías palaciegas. Hasta que se le ocurrió designarlo Canciller, donde pasó necesaria y rápidamente a pérdida. Pastelero a tus pasteles y fue premiado con largas vacaciones en Madrid, de las que quedará como huella certificada esta modesta y propagandística novelita para consuelo palaciego en tiempo de vacas flacas.
Difícil ignorar la trayectoria narrativa de Roberto Ampuero marcada por sus orígenes juveniles de izquierdista, desde su inicial exilio cubano y en la luego fenecida RDA, con militancias políticas que fueron transitando a la diestra de la fama y el acomodo con el poder que le brindaría Sebastián, necesitado de méritos y talentos culturales escasos en su sector. Cuando el ahora embajador de Chile en Madrid parece disfrutar del tiempo suficiente brindado por un gobierno en descomposición, su reciente novela “Demonio” parece una caricatura de urgencia extrema para el ya agotado y gastado investigador privado Cayetano Brulé, desde sus primeras andanzas en 1993.
Una cosa es jugar de autoridad cultural en un gobierno de derechas donde una conveniente y cierta excentricidad con acceso al ámbito artístico cobra valor y se transforma en un factor bien preciado para una elite económica urgida de apariencias y otra, muy distinta. hacerse cargo de responsabilidades políticas abiertas al escrutinio público. En síntesis, el desaguisado que resume el tránsito de Roberto Ampuero desde ministro de las Culturas… en la primera administración Piñera a la de Canciller en su segundo y fatal gobierno.
¿Un juego de novela?: De joven rebelde en La Habana al Palacio de Sebastián
De celebridades en la administración cultural de la derecha hay material para un barrido, un fregado y operetas varias. Baste mencionar a Luciano Cruz Coke y sus posteriores jugarretas parlamentarias, o – con idéntico tránsito ideológico que Roberto Ampuero – a Mauricio Rojas, ”El Breve”, que salió abruptamente del salón de la fama ministerial tras advertencia pública del poeta Raúl Zurita.
En tiempos de alienígenas
La distancia puede cobrar la cuenta, aunque sea en el juego de la ficción y se trate de un adiestrado con suficiente acceso a la información.
Y no es sólo que Roberto Ampuero haya exagerado la percepción de los alienígenas que horrorizaron a Cecilia Morel. Tampoco que el prestigiado autor de decenas de novelas y relatos ( con y sin el oficio de Brulét mediante) sea víctima de un horror mediático en tiempos de pandemia galopante y universal. De la lectura – algo fatigante- de “Demonio”, su reciente novela, queda al trasluz la autoexigencia de Ampuero por cuadrar un círculo imposible, en base al rumor, el acomodo y manipulación de la realidad en que intenta sustentar su predecible trama.
En cualquier caso, repite una conducta extendida durante estos días marcados por la ansiedad de una elite en el poder sacudida por creciente incertidumbre. Y que a un escritor que se precia algo más de la cuenta, desde una privilegiada ventana editorial, no hace más que desnudarlo en un desastre narrativo.
No es sólo que a Cayetano Brulé se le haya perdido el planeta desde hace algún tiempo, ahora su desvarío se extrema bajo el título de “Demonio”, sintonizando con los horrores de Cecilia ante los “alienígenas”.
Así Ampuero disfruta cruzando sospechas, en tiempos de una revuelta social que ha visto por la tele y por los informes policiales de Palacio que inspiran a sus protagonistas “buenos” y “malos”; ”ingenuos” y “malditos”; con la presencia icónica de un lumpen obediente al poder de un narcotráfico despiadado.
¿Y todo como colaboración para salvar la patria amenazada?
Las habilidades investigativas de Cayetano Brulét dejarán tranquilo a Sebastián y Cecilia que verán en acción a ese enemigo implacable – que irrumpió en la aterrorizante Plaza de la Dignidad en Santiago o en la Plaza del Pueblo en Valparaíso –que está detrás del crimen del pintor baleado en los cerros del puerto que el autor asume conocer de memoria.
Con sus fantasmas de “Demonio” y el buen sueldo de embajador con tiempo libre, Ampuero está tan extraviado y con alucinaciones similares a Sebastián. De paso continúa jubilando el invento indagador de Brulét.
Pillín Ampuero, apuntó a “dos pájaros de un tiro” y volvió a errar…
Otra consecuencia marginal de la pandemia…El que mucho abarca…
Será hasta la próxima y elija bien sus lecturas.
Para qué voy a mencionar esta semana al enano maldito… mejor no hacer leña del árbol caído…
Frank Kotermann