Cecilia durante décadas ha soportado tus ordinarieces y no tienes remedio Sebastián. Con el paso de las décadas el desagrado cotidiano conduce al agotamiento sin recuperación posible. Conocerte y compartir contigo supone mirar para el lado y contar hasta diez para no enviarte a la mierda.
No es ocioso advertir que tomo distancia de quienes, desde tu entorno cercano, te definen como un “roto”. Como tú mismo se acostumbran a “rotear” a los distintos. De todas maneras, te recomiendo leer “El Roto” de Joaquín Edwards Bello(presumo que dirás que lo leíste hace muchísimo tiempo, pero ¿? sabemos de tus “carriles”).
Tratar contigo involucra, para muchos, un ejercicio rápido de cálculo costo / beneficio del que te has beneficiado por décadas. Las piñericosas perdieron gracia como recurso de espontánea y natural estupidez cotidiana de la que has sacado partido sin percibir aquella carga que tus subordinados de turno van acumulando para pasarte alguna cuenta cuando caigas en desgracia. En esa cuerda floja caminas ahora tras tu desastrosa gestión de la que apuestas salvar a última hora gracias a esa reconocida capacidad de negociar, como ocurre hasta hoy con la compra de vacunas contra el flagelo del coronavirus.
Más que un desatino o descuido propio de tu precaria salud mental el trato que diste a la presidenta del Senado, Adriana Muñoz, es una expresión más de aquella conducta cotidiana de la que existen decenas de manifestaciones en tu trayectoria desde potrillo arrasador en tiempos del fraude del Banco de Talca, pasando por la trampa con que te hizo sufrir la grabadora Kioto del maldito Ricardo Claro hace 28 años, cuando querías destrozar las pretensiones de competencia de la entonces jovencita y tincuda Evelyn, que ya en tiempos de arrugas mayores aún controla, a su singular manera, esa cuenta pendiente.
Tal como provocaste el traspié de Cecilia con los alienígenas, ahora persistes en tu campaña del terror para solucionar a balazos el mal llamado conflicto indígena, donde has metido la mano y las patas con inventos tan desgraciados como el Comando Jungla formado en Colombia, con sus funestas consecuencias.
El tiempo pasa y en un año más dejarás La Moneda para alivio de los que hoy apagan radios y televisores en tus insoportables y reiteradas cadenas de auto veneración patológica.
El nieto del doctor Martínez te imita anticipando dotes escénicas para su futuro artístico. Quedó muy impresionado cuando al lado de Cecilia y en plena ceremonia en la Catedral incursionaste en búsqueda de una dureza alojada en tu nariz. Todo vino al recuerdo cuando intentaste un mensaje motivador a los escolares que regresaban al aula el pasado lunes. Los hiciste cabecear de sueño y aburrimiento cuando lo que requerían era estímulos de motivación. Una vez más tu desatino limitó con la tontera…
Y recién comienza un largo año contigo en la vitrina…Se necesita algo más que paciencia…
Por ahora ¿por qué no te callas un rato?
Cuídense…suben los contagios.
Hasta la próxima,
Frank Kotermann