Más allá de los anuncios zigzagueantes de Sebastián Piñera, la caída del empleo en febrero-abril y de la actividad económica desestacionalizada en marzo y abril no son buenas noticias. Y la evolución de la pandemia no augura un invierno de recuperación en materia sanitaria y económica. Los anuncios de última hora tendrán poco destino, salvo desconcertar todavía más a su coalición y dejar en marzo un país todavía más exhausto.
Sebastián Piñera terminó por ceder, después de más de un año, al anunciar un aporte por tres meses a las familias de cargo fiscal del nivel de la línea de pobreza ($177 mil para una persona) y con una cobertura potencial de 90% de la población. Días después la amplió a $400 mil mensuales para las familias de tres integrantes ($18 mil adicionales) y a $500 mil para las de cuatro personas ($33 mil adicionales), extendiendo el aporte hasta mediados de septiembre (en un 50%). Estamos lejos de los $65 mil por persona y solo el primer mes que anunció tardíamente a fines de mayo de 2020 y solo para tres meses. El paquete actual costará más de 3,5% del PIB, cerca de la mitad de las reservas fiscales, en una especie de aceleración de la carrera final del actual presidente. Esta carrera incluye medidas como apoyar el matrimonio igualitario, abriendo un flanco con el mundo conservador que lo apoya, y crear un Ministerio de Seguridad (suena a Orwell) que desvincularía todavía más a las policías del territorio (lo que se asegura potencialmente con la dependencia del Ministerio del Interior) y del control civil (que debe reforzarse con un mayor rol de los municipios en la tarea policial preventiva y operativa), lo que lo aleja del mundo progresista. Estos zigzagueos de última hora tendrán poco destino, salvo desconcertar todavía más a todo el mundo, especialmente a su coalición de derecha, y dejar en marzo un país todavía más exhausto.
El estado de la nación está en primer lugar marcado por el hecho que todos los indicadores de la pandemia de COVID-19 señalan un agravamiento de la situación. Las consecuencias de los contagios, es decir las hospitalizaciones en UCI y con ventilador mecánico y las muertes confirmadas por COVID-19 con test PCR (promedio de 7 días) siguen al alza. Las hospitalizaciones en UCI fueron en el momento más alto en junio del año pasado de 2.129 casos semanales. La última semana de mayo llegaron a 3.127 casos.
El problema principal no es tanto que los vacunados puedan desplazarse, siempre que lo hagan con las precauciones del caso, sino que a estas alturas es completamente incongruente que los niños no puedan ir a una plaza pero se llenen los malls con miles de personas autorizadas para estar en espacios cerrados o se abran lugares de aglomeración masiva. El transporte público no está cumpliendo los requisitos sanitarios. Estar durante un tiempo prolongado en lugares no ventilados permanentemente y sin distancia física suficiente es el principal factor de contagio de acuerdo a los estudios existentes, con variantes del virus que muestran ahora una mayor capacidad de contagio. El uso de mascarillas es indispensable, pero no basta. Las vacunaciones son indispensables, pero tampoco bastan, pues un 14% de los internados en UCI recibió las dos dosis, según el Ministerio de Salud. La vacuna de Sinovac tiene una efectividad del orden al mayor a 50% (dicho sea de paso, en algún momento el gobierno deberá explicar por qué optó y sigue optando por esta vacuna, lo que a estas alturas no parece haber sido la mejor opción).
Los mensajes contradictorios han hecho que ya nadie escuche al gobierno y que las aglomeraciones indebidas se hayan multiplicado, con los resultados mencionados.
En materia económica, la actividad desestacionalizada cayó en marzo y abril, luego de nueve meses de expansión continua desde junio de 2020. Esta senda siguió a la brutal caída (-14,6%) producida entre marzo y mayo de 2020. La recuperación de la economía se ha detenido, a pesar de la inyección de recursos por el tercer retiro de fondos de las AFP desde el 3 de mayo (por un 4% del PIB aproximadamente).
En materia social, el principal factor a considerar es la evolución del empleo. Producto de la pandemia de COVID-19 y la consiguiente paralización productiva, se perdieron 2,05 millones de empleos. Se pasó de 9,12 millones de ocupados en enero a 7,07 millones en julio, el peor momento en materia de empleo, con un desplome de -20,6% respecto al mismo período del año anterior. En los meses siguientes y hasta febrero de 2021, se produjo una lenta pero sistemática recuperación del empleo, especialmente en octubre y noviembre. Pero en abril de 2021 el empleo volvió a caer, corrigiendo los efectos estacionales en el cálculo. En el registro más reciente disponible, el del trimestre móvil febrero-abril de 2021, los ocupados sumaron 8,01 millones de personas, casi un millón de empleos más que en el peor momento de la crisis. Pero persiste 1,01 millón de personas ocupadas menos que en el momento de mayor ocupación en febrero de 2020. Esta cifra alcanza a -908 mil personas si se realiza el ajuste estacional. Así, se ha recorrido solo la mitad del camino de la recuperación de los puestos de trabajo. Por otro lado, para medir la evolución del empleo formal, se dispone de los datos administrativos directos con un rezago de dos meses respecto a los datos de la encuesta del INE. Los cotizantes dependientes en organismos de seguridad social registraron a febrero de 2021 un leve incremento en doce meses (7,2 mil empleos adicionales). En abril y mayo de 2020, estos empleos asalariados formales habían disminuido en 386 mil puestos de trabajo respecto a marzo. Así, menos del 20% de la pérdida total de empleos involucró al sector formal y su volumen se recuperó ya en diciembre de 2020 respecto a la situación previa a la crisis. Es el empleo informal y por cuenta propia el que ha permanecido rezagado.
En conclusión, la caída del empleo en febrero-abril y de la actividad económica desestacionalizada en marzo y abril no son buenas noticias. La evolución de la pandemia no augura un invierno de recuperación en materia sanitaria y económica. La tarea del gobierno que iniciará su ejercicio en marzo próximo será, como se observa, muy difícil y requerirá una mezcla hasta aquí no conocida: una línea transformadora clara y un apoyo social, ciudadano y político amplio.