Ciertamente la extensión de la pandemia a nivel planetario tiene efectos sustantivos en los ya exigentes desafíos para la economía en los países de la región. Las políticas públicas para enfrentarlos constituyen una prioridad ineludible. El artículo siguiente publicado originalmente en La Diaria/Economía (Uruguay) cobra relevancia adicional por la referencia final a una política pública sanitaria inicialmente muy exitosa ante la pandemia, que hoy enfrenta el impacto de una segunda ola de contagios y que no deja de desafiar por sus exigencias económicas.
De acuerdo con el Banco Mundial, la crisis global desatada por la pandemia supondrá un incremento neto de las personas que viven con menos de 1,9 dólares al día por primera vez en más de 20 años1.
Hace tan sólo dos meses, el Banco Mundial estimaba que entre 88 y 115 millones de personas caerían en la pobreza extrema a raíz del impacto de la pandemia (tomando como referencia un umbral de 1,9 dólares al día). A día de hoy, en función de las últimas proyecciones del organismo para el PIB mundial, que anticipan una contracción en torno a 4,3% para 2020, las estimaciones actualizadas apuntan a un panorama incluso más complejo: el aumento de la pobreza desatado por la pandemia sería de entre 119 y 124 millones de personas. Este es un incremento que carece de antecedentes en la historia reciente.
En el gráfico 1 se ilustra la variación neta de la pobreza extrema, medida en cantidad de personas, es decir, considerando cuántas personas salieron de esta situación y cuántas ingresaron en relación con el año anterior. Como se aprecia, la crisis financiera que estalló en 2008, pese a su fuerte impacto en la órbita de las economías avanzadas, no supuso un incremento neto de la pobreza extrema a nivel global. En efecto, durante las últimas tres décadas el único episodio que generó una variación positiva en los números de pobreza agregados fue la crisis financiera que se desató en Asia durante el último tramo de los años 90. Durante ese episodio, la pobreza extrema aumentó en 65 millones de personas entre 1997 y 1998. A partir de ahí, más de mil millones de personas en el mundo lograron escapar de las privaciones materiales más extremas. Sin embargo, luego de dos décadas de mejora ininterrumpida, la pandemia supone un importante retroceso en los avances alcanzados. Concretamente, el Banco Mundial estima que la pobreza extrema se habría incrementado en un rango de entre 88 millones y 93 millones de personas durante el año pasado (escenario base y escenario de baja respectivamente). Si además se considera el escenario contra fáctico, es decir, las personas que habrían escapado de la indigencia durante el año pasado de no haber ocurrido la pandemia, el total de nuevos pobres inducidos por la crisis de la covid-19 se estima en un rango de entre 119 y 124 millones. En otras palabras, en ausencia de esta crisis, la dinámica mundial hubiese permitido sacar a 31 millones de individuos más de la pobreza extrema durante el año anterior. A nivel de regiones el deterioro de la situación es generalizado. A la luz de las últimas proyecciones, que suponen un deterioro mayor para el sudeste asiático, el perfil regional de los nuevos pobres habría cambiado durante el correr del año. En este sentido, aproximadamente 60% del incremento estimado de la pobreza extrema para 2020 se corresponde con esta región. En relación con esto, el organismo también estima el cambio en la composición de la pobreza por regiones utilizando dos referencias adicionales. Ubicando la línea divisoria en torno a 3,2 dólares diarios, serían 228 millones las personas que se hunden en la pobreza en el marco de la crisis actual. Si se sitúa ese umbral un poco más arriba, en el entorno de los 5,5 dólares al día, el incremento habría alcanzado a 201 millones de individuos.
¿Qué puede pasar hacia adelante?
En términos de perspectivas existen dos fuerzas contrapuestas que serán determinantes para la trayectoria de la pobreza en los próximos meses. Por un lado, el avance en el desarrollo y la difusión de las vacunas podría generar una mejora del panorama en el corto plazo, que en ningún caso sería suficiente para recuperar el terreno perdido desde el año pasado. Por el otro, la extensión de los contagios y la aparición de nuevas cepas se traducirían en un deterioro adicional de la crisis en el ámbito sanitario, económico y social. Obviamente, la incertidumbre sigue siendo muy alta en ambos frentes. Como subraya explícitamente el organismo, “la única certeza en esta crisis es que realmente no tiene precedentes en la historia moderna”. Hecha esta aclaración, el Banco Mundial anticipa que la pobreza inducida por la pandemia seguirá aumentando este año. Puntualmente, según se desprende del informe, serían entre 143 y 163 millones de personas más las que caerían por debajo del umbral considerado en todo el mundo (1,9 dólares/día). En el caso de América Latina y el Caribe, la actualización de los pronósticos indica que el incremento de la pobreza extrema habría sido de aproximadamente 3,4 millones de personas (de 24 millones a 27,4 millones). Para 2021 se prevé una reducción de 800.000 personas en el escenario base, pero un nuevo aumento si se materializara el escenario más pesimista. En este caso, el aumento sería marginal en relación con el observado durante 2020, pero dejaría un escenario muy complejo a mediano plazo.
Para 2021 se prevé una reducción de 800.000 personas en el escenario base, pero un nuevo aumento si se materializara el escenario más pesimista. En este caso, el aumento sería marginal en relación con el observado durante 2020, pero dejaría un escenario muy complejo a mediano plazo.
En ese sentido, considerando una ventana de tiempo más amplia, la institución advierte que recomponer el tejido social y productivo que dañó la pandemia podría tardar mucho tiempo. En términos de los antecedentes recientes, la recuperación que siguió a la crisis asiática logró sacar a 42 millones de personas de la pobreza extrema en 1999. Desde entonces, y hasta la pandemia, la reducción neta de las personas viviendo con menos de 1,9 dólares al día se ubicó en torno a 54 millones anuales. Dadas las especificidades inherentes a esta crisis, no es esperable que se registre un patrón de mejora similar al observado tras aquel episodio. Además, las consideraciones asociadas a la desigualdad quedaron al margen del análisis concreto y suponen otro de los riesgos centrales para el mundo pospandemia.
¿Qué sabemos para el caso uruguayo?
La investigación del Banco Mundial no permite desagregar la situación a nivel de cada país. Sin embargo, para el caso uruguayo, los investigadores Mauricio de Rosa y Matías Brum estimaron que la pobreza creció más de 38% durante el primer trimestre completo de pandemia (abril-junio). Esto supone un incremento de 3,3 puntos porcentuales en la tasa de pobreza, que habría pasado de 8,5 a 11,8%.2 En términos de personas, lo anterior significa que aproximadamente 116.000 personas cayeron en esta situación tras la irrupción de la pandemia en nuestro país. En el documento, que será publicado este año en el World Development Journal, los autores concluyen que las políticas adicionales implementadas mostraron resultados positivos pero modestos para paliar el impacto. Concretamente, estas políticas serían consistentes con una reducción de la pobreza de aproximadamente 17,6%. En su ausencia, casi 25.000 personas más habrían caído por debajo de la línea de pobreza a raíz de la crisis actual. En ese sentido, neutralizar todo el aumento de la pobreza habría costado alrededor de 23,7 millones de dólares al mes, lo que equivale a 0,46% del PIB anual de 2019. “Nuestras estimaciones indican que una reducción sustancial de los efectos negativos de la covid-19 sobre la pobreza se puede lograr mediante políticas públicas con cantidades de recursos no prohibitivos (en el caso de un país en desarrollo con restricciones presupuestarias como Uruguay)”. En este sentido, es importante notar que las estimaciones asumen una contracción anual del PIB en el entorno de 4,2% para 2020. Por ende, no incorporan el deterioro reciente de la actividad. De acuerdo con las últimas estimaciones del Centro de Investigaciones Económicas, la economía habría caído 6,1% en 2020. Sobre esto los autores señalan que “cada shock adicional del 0,1% del PIB aumenta la tasa de pobreza estimada en aproximadamente 0,14 puntos porcentuales”. Por último, se advierte que la estimación corresponde a la cantidad total de recursos necesarios para evitar que las personas afectadas por la pandemia caigan por debajo de la línea de pobreza, lo que implica una perfecta focalización de los recursos. En otras palabras, no es una cuantificación de los costos reales de dicha política, debido a los costos administrativos y a la imposibilidad empírica de una focalización perfecta. Además, dentro del cálculo no se incorporan las dimensiones no monetarias de la pobreza, dado que sólo se estima lo que costaría recuperar la distancia perdida en relación con la línea utilizada para su medición. En ese sentido, aunque neutralizaría la variación de la pobreza, el desembolso no sería suficiente para atender adecuadamente el incremento de la vulnerabilidad asociada a la pandemia.
En el documento, que será publicado este año en el World Development Journal, los autores concluyen que las políticas adicionales implementadas mostraron resultados positivos pero modestos para paliar el impacto.
En ese sentido, aunque neutralizaría la variación de la pobreza, el desembolso no sería suficiente para atender adecuadamente el incremento de la vulnerabilidad asociada a la pandemia.
- Lakner C, Yonzan N, Gerszon Mahlerr D, Castaneda Aguilar A y Wu H. Updated estimates of the impact of COVID-19 on global poverty: Looking back at 2020 and the outlook for 2021. ↩
- Brum M y De Rosa M (octubre de 2020). “Too little but not too late: nowcasting poverty and cash transfers’ incidence during COVID-19’s crisis”. Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República y World Inequality Lab de la Paris School of Economics. ↩