Chile puede transformar su economía en base a las energías renovables, en especial al hidrógeno verde, para ello debe destinar recursos, lo que no hace.
Dicen que ocurrió en una reunión de alto nivel entre autoridades chilenas y chinas. Los representantes nacionales exponían sobre lo que significaría en desarrollo de la industria del litio para el país, y que las autoridades chinas respondieron que el futuro no estaba en el litio sino en el hidrógeno.
La anécdota, verdadero o no, sirve para preguntarse en qué recursos naturales podemos basar nuestro desarrollo y qué estamos haciendo al respecto.
No es la idea no preocuparse del desarrollo de la industria del litio, tan abundante en nuestro norte, y respecto del que ya hay recursos comprometidos para investigar su uso, alrededor de US$ 20 millones anuales por un período de 10 años, pero hay que tener en cuenta la afirmación de la autoridad china.
Desde el Foro para el Desarrollo Justo y Sostenible hemos venido trabajando en el diseño de una nueva estrategia de desarrollo productivo basada en dos grandes desafíos: el del trabajo decente y el de la sustentabilidad ambiental. En relación a este último se constituyó un grupo de trabajo que ha estudiado cómo transformar nuestra matriz energética, fuertemente dependiente de combustibles fósiles, en una que no contribuya al calentamiento global, sea sustentable y permita ahorrar recursos que hoy destinamos a importar gas y petróleo. El hidrógeno verde puede llegar a ser el combustible que reemplace a estos contaminantes.
Chile posee amplias ventajas para el desarrollo de las energías limpias, especialmente la solar y la eólica que son abundantes en todo el territorio, y eso permite sostener la posibilidad del desarrollo de una industria del hidrógeno verde, cuya producción requiere energía y agua, también asequible en fuentes de agua dulce y abundante, y posible de desalinizar, en nuestro océano. De hecho, varios estudios indican que, a nivel mundial, el hidrógeno verde sería más económico de producir en el Desierto de Atacama.
Actualmente, muchos gobiernos y asociaciones privadas avanzan en el impulso a iniciativas de desarrollo y perfeccionamiento del uso del hidrógeno verde en varias áreas: costos de producción, almacenamiento y transporte; investigación para su uso en motores convencionales en reemplazo del petróleo, entre otros. Por ello se prevé que el costo de producir este combustible, para su uso industrial y doméstico, se reducirá aceleradamente a niveles que permitan sustituir los combustibles fósiles, tal vez, en los próximos 30 años.
Lo ha entendido también el gobierno de Chile, que ha comunicado una “Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde”. El objetivo que se plantea es crear una industria del tamaño de nuestra minería, es decir que llegue a representar el 10% a 15% del PIB, y que se desarrolle en tres etapas: : Activar la industria doméstica y desarrollar la exportación (2020-2025), Apalancar la experiencia local para entrar con fuerza en mercados Internacionales (2025-2030) y Explotar las sinergias y economías de escala para avanzar como proveedor global de energéticos limpios (2030 en adelante).
Como parte de la Estrategia, el gobierno ha anunciado “una ronda de financiamiento para apalancar proyectos de hidrógeno verde por 50 MUSD” que “apoyará empresas y consorcios nacionales e internacionales para invertir en proyectos escalables y replicables de hidrógeno verde en Chile”. De ser efectivo este fondo, cuya duración y ejecución aún no se define, representaría un 0.02% del PIB nacional. Parece ser un esfuerzo grande en monto, pero Alemania está destinando proporcionalmente 15 veces más (el 0,3% del PIB), y España, que también es poderoso en energía solar y eólica, propone destinar proporcionalmente 35 veces más (0,7% del PIB).
La Estrategia afirma, con razón, que “un inicio tardío (del desarrollo del sector) es perder oportunidades”, que “es tiempo de actuar” y que “el momento del hidrógeno es ahora”. Al comparar con esos otros países, parecen diluirse esas afirmaciones.
La Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde se publicó en noviembre del año pasado, en el momento que se discutía la Ley de Presupuestos para el año 2021. En dicha ley se destinaron algo más de 10 mil millones de pesos a aspectos relacionados con la energía sustentable: 2 mil millones al Apoyo al Desarrollo de Energías Renovables no Convencionales y 8 mil millones a la Agencia Chilena de Eficiencia Energética, pero solo se destinaron 354 millones, el 3% de lo destinado a energía sustentable, al Programa Hidrógeno Verde.
Si queremos ser, como país, líderes mundiales en la materia, debemos asumirlo poniendo nuestras mejores capacidades en alcanzarlo. Hasta ahora ello no se ha reflejado en los compromisos del gobierno: Al mismo tiempo que se anuncia un programa por US$ 50 millones se destina menos de US$ 0,5 millón a lo que sería “un punto de partida esencial para una transformación profunda de la identidad productiva del país” y que “posiciona a Chile en el liderazgo global”. No resulta nada consistente.
Sin duda Chile debe aprovechar sus potencialidades y desarrollar una industria del hidrógeno verde. La cooperación público-privada será esencial para ello, pero sin el impulso del Estado ello no se logrará. La asignación de fondos en el presupuesto del 2021 muestra que, aunque se diga lo contrario, estamos teniendo inicios tardíos y desaprovechando el momento.
Si “el momento del hidrógeno es ahora” los recursos debieran fluir para aprovecharlo.
1 comment
Felicitaciones Andrés por el claro artículo. Con el Hidrógeno Verde nos estamos jugando el futuro energético de Chile, y de seguro también el futuro económico y por lo tanto el futuro social del país.
Tenemos un potencial de exportación de energías limpias (200MtonH2/año) mayor que nuestro PIB actual (unas 10 veces la minería actual), y a diferencia de la minería, es una industria sustentable con recursos solares y eólicos inagotables.
Si nuestra ambición, expresada en la Estrategia Nacional del Hidrógeno Verde, es «cosechar» el 10% de ese potencial, ya significa una inigualable oportunidad que no debemos perder. Y como nada es gratis en este mundo, debemos asignar ahora los recursos necesarios para las inversiones en proyectos piloto y la formación del capital humano necesario.
¿Seremos capaces de cambiar la mirada actual a sólo los siguientes 30 días, y focalizarnos en los siguientes 30 años?