Por Juan Sebastián Gumucio Rivas
Abogado Laboralista
Una andanada de proyectos de iniciativa presidencial en materia de Derecho Laboral agobia la actividad del Congreso. En el Senado comienza a discutirse un enmarañado proyecto denominado de modernización laboral, cuyo eje es la flexibilidad laboral. Mientras tanto, en la Cámara de Diputados empieza a discutirse una polémica modernización de la Dirección del Trabajo que incide en el importantísimo tema de los servicios mínimos que deben operar durante una huelga. De tono menor, pero igualmente polémica, otra iniciativa intenta ir a una versión tecnológica de los finiquitos, debilitando de algún modo las formalidades que resguardan los derechos del trabajador.
Reaparecen los fantasmas del 2011
La prolífica acción legislativa del Ministro Nicolás Monckeberg se ha visto, sin embargo, seriamente dañada por la moción parlamentaria de la diputada Camila Vallejo y de otros parlamentarios que reduce el límite semanal de la jornada de trabajo de 45 a 40 horas.
Fueron sesiones acaloradas que han dado lugar a los mejores memes y burlas por las tonterías manifiestas que dijeron quienes estiraban el uso de la palabra para bloquear la votación.
En dos sesiones francamente bochornosas, la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados aprobó y envió a la discusión en la Sala el proyecto de las 40 horas. Bochornosas porque el oficialismo, con el Ministro Monckeberg en rol estelar, recurrió a toda suerte de recursos dilatorios para que no se votara el proyecto. Alegaron urgencias preferentes que no existían, la inconstitucionalidad del proyecto, fundamentaciones reiterativas de votos, un discurso intencionadamente extenso del Ministro, exigencia de lectura de un lato informe de la Dirección de Presupuesto. Fueron sesiones acaloradas que han dado lugar a los mejores memes y burlas por las tonterías manifiestas que dijeron quienes estiraban el uso de la palabra para bloquear la votación. No cabe duda que no tienen la práctica ni la elegancia de los parlamentarios que otrora bloquearon la acción legislativa hasta que debió incorporarse la institución actual que permite clausurar el debate, herramienta que uso muy bien la oposición.
Nuevamente el Tribunal Constitucional sería el gato que saca las castañas del fuego.
El Gobierno anunció que bloqueará el proyecto en el Tribunal Constitucional. Los argumentos para sostener la inconstitucionalidad son febles. El compromiso de fondos fiscales es muy indirecto y no hay propiamente fijación de remuneraciones.
El Gobierno anunció que bloqueará el proyecto en el Tribunal Constitucional. Los argumentos para sostener la inconstitucionalidad son febles. El compromiso de fondos fiscales es muy indirecto y no hay propiamente fijación de remuneraciones. Un informe oficiosamente remitido por la Dirección de Presupuestos habla de menor recaudación tributaria que supone provendría de una supuesta baja de utilidades que, a su turno, derivaría de un supuesto efecto de la reducción de jornada. ¡Demasiados supuestos! Sin embargo, bien conocemos el accionar reciente del Tribunal Constitucional, dirigido por una ex asesora directa del Presidente Piñera. Está dentro de lo probable que el Tribunal preste oídos a los reclamos del Ejecutivo. Siendo ese el más esperable escenario futuro, cómo entender la actitud rabiosa y bastante patética que ha mostrado el Ejecutivo. La explicación posible es que el Gobierno tiene absoluta consciencia que el proyecto de las 40 horas, pese a la dificultad comunicacional de la oposición y el estado caótico de funcionamiento de sus partidos, es una iniciativa que ha conquistado el favor de la ciudadanía. El Gobierno no quiere pagar el costo de oponerse – dando la espalda a lo que quiere la gente y votan sus representantes- a este proyecto considerado justo y necesario. Por lo mismo, se estima improbable que utilice el veto presidencial. Ese mismo respaldo baja las probabilidades de que la actividad pendular de la DC sorprenda con alguna bocanada de oxígeno para el Gobierno.
Sin embargo, bien conocemos el accionar reciente del Tribunal Constitucional, dirigido por una ex asesora directa del Presidente Piñera.
La gradualidad – se habla de cinco años- y el tema de si se paga o no la media hora de interrupción para colación, imputándola a la jornada, animarán los siguientes pasos de la tramitación de este proyecto.
La flexibilidad laboral en apuros.
El proyecto de las 40 horas es una estocada mortal para la modernización (flexibilidad) laboral que busca aprobar el Gobierno en primer trámite en el Senado.
El proyecto de las 40 horas es una estocada mortal para la modernización (flexibilidad) laboral que busca aprobar el Gobierno en primer trámite en el Senado. Prueba de ello es que la famosa indicación de las 41 horas semanales promedio, ideadas por el Gobierno sobre la marcha para buscar empatar las 40 horas aún no se presenta y todo indica que abortó. El empresariado la mató en vientre materno desautorizando totalmente al Ministro Monckeberg y al mismo Presidente Piñera autores de esa maniobra.
El empresariado la mató en vientre materno desautorizando totalmente al Ministro Monckeberg y al mismo Presidente Piñera autores de esa maniobra.
Todo el proyecto de modernización laboral que se discute en el Senado busca imponer la flexibilidad laboral en múltiples aspectos. La flexibilidad de la jornada, en particular, persigue el Santo Grial del trabajo por hora. La flexibilidad laboral se apoya mayormente en pactos entre cada trabajador y su empresa. Se parte del supuesto que el trabajador está en condiciones de igualdad para imponer condiciones de su conveniencia o para negarse a aceptar las que establezca el patrón.
El proyecto de modernización o de flexibilidad ignora a los sindicatos, al punto que los termina de pulverizar al privilegiar lo individual sobre lo colectivo. La verdad verdadera la dijo el Ministro Fontaine quien hablando seguramente a los empresarios los tranquilizó diciéndoles que no habrá mayor negociación y que la flexibilidad se diseñará a la medida de lo que quiere la empresa. Por cierto, la historia de la bondad de la negociación individual sólo se la cree uno que otro despistado. La mayoría de los trabajadores vive en este mundo y sabe de qué se trata eso de la relación patrón-trabajador.
El proyecto de modernización o de flexibilidad ignora a los sindicatos, al punto que los termina de pulverizar al privilegiar lo individual sobre lo colectivo.
Se dice que nuestro Código Laboral no es flexible, lo que es enteramente falso. Lo que ocurre es que confunden toda regulación con rigidez y a lo que se va, en definitiva, es a desregular. Y desregular no es otra cosa que eliminar normas protectoras, destruir el concepto mismo de una legislación que se desarrolló con fuerza en el siglo XX para cuidar que el trabajo dependiente cumpliera con niveles humanos de mínima decencia.
Otros proyectos con igual paradigma: destrucción del colectivo de trabajadores
Otro de los proyectos busca externalizar funciones públicas de la Dirección del Trabajo en entes que calificarían la dotación mínima exigible a disposición de la empresa para que sus sindicatos puedan hacer efectiva una huelga. Son los llamados servicios mínimos, una defectuosa construcción de la Reforma Laboral de Bachelet II que ha perturbado el derecho a huelga y que se quiere hacer ahora más lesivo para los trabajadores. El ente externo calificador causa, sin duda, legítimas sospechas. Basta repasar que ha ocurrido con el cuerpo arbitral que puede (o debe) operar en las negociaciones que voluntaria o forzadamente llegan a arbitraje. Los fallos invariablemente han favorecido a las empresas.
En suma, hay una línea de acción del Gobierno decidida a desregular la relación laboral, privando, a pretexto de modernización, las protecciones que otorga el Código del Trabajo y desvalorizando, aún más, el rol del colectivo organizado de trabajadores.
En suma, hay una línea de acción del Gobierno decidida a desregular la relación laboral, privando, a pretexto de modernización, las protecciones que otorga el Código del Trabajo y desvalorizando, aún más, el rol del colectivo organizado de trabajadores.
Pensamos que se pretende ir en el sentido contrario a las buenas experiencias que suponen una acción mancomunada y colaborativa de los actores que dan vida a las empresas.
¿Es este el camino para enfrentar los cambios que se vienen en el mundo del trabajo? Pensamos que se pretende ir en el sentido contrario a las buenas experiencias que suponen una acción mancomunada y colaborativa de los actores que dan vida a las empresas.