La economía se recupera, el empleo queda rezagado. Por Gonzalo Martner

por La Nueva Mirada

Con cerca de un millón menos de ocupados se genera ahora una cantidad agregada de producción que es superior a la del inicio de la crisis y a la de hace dos años en la misma fecha. ¿Será éste un cambio estructural que acentuará la dualidad entre el trabajo formal dependiente e independiente que se recupera, por un lado, y el trabajo informal y por cuenta propia precario que queda rezagado, por el otro?

Puede tratarse solo de un efecto pasajero propio de la crisis de la pandemia de Covid-19, dado que aún no se lograría restablecer el efecto de arrastre de la actividad formal sobre la actividad informal de subsistencia y de baja productividad en servicios, habida cuenta de las restricciones sanitarias. Pero también puede estar en curso un proceso que va más allá de lo coyuntural.

El empleo, según el INE, ha caído en el segundo trimestre en – 0,7% respecto al trimestre previo, despejando la estacionalidad, mientras la producción creció en 0,7% en el mismo período, según el Banco Central. En la peor etapa de la crisis por la pandemia, en abril-junio del año pasado, se produjo la pérdida de 1,8 millones de empleos (un -19,7% de los empleos previamente existentes) respecto al trimestre anterior, siempre en términos desestacionalizados. El empleo inició una trayectoria de expansión entre el tercer trimestre de 2020 y el primer trimestre de 2021, hasta la reciente caída. Se ha recuperado al segundo trimestre de 2021 un total de 905 mil puestos de trabajo, un 51,6% de los que se perdieron en la crisis. En el caso de las mujeres, la recuperación ha sido aún más lenta, dado que los empleos perdidos fueron 848 mil en el segundo trimestre de 2020 y se han incrementado desde entonces solo en 390 mil, es decir en un 46,0% de lo perdido. Mientras a fines de 2019 las mujeres representaban un 42,3% del empleo total, en el segundo trimestre de 2021 representaban solo el 40,1% de ese universo.

La tasa agregada de desocupación (los que buscan empleo y no lo encuentran) más los que no buscan trabajo pero están dispuestos a trabajar, alcanzó a un 20,5% al del segundo trimestre de 2021, siempre según el INE. En el cuarto trimestre de 2019 esta tasa se había situado en 14,1%, aunque el nivel de producción fue inferior.

La hipótesis de un cambio estructural en el empleo en el período reciente se puede explorar considerando que en el segundo trimestre de 2021 en comparación a dos años atrás, es decir antes de los episodios de la revuelta social y de la pandemia de Covid-19, se registra un total de 880 mil ocupados menos en Chile, según la encuesta de empleo del INE. Pero el nivel de producción agregada es en el segundo trimestre un 0,7% superior, explicada por los servicios (la producción de bienes es un -1,1% inferior a la de dos años atrás). Los ocupados suman hoy algo más de 8 millones de personas y la actividad ha superado el nivel previo a la crisis, aunque el crecimiento ha ido perdiendo velocidad en los dos primeros trimestres del año (3,3 y 07% respecto al período previos en términos desestacionalizados, respectivamente).

Se constata en dos años una pérdida de 160 mil empleos en la agricultura, de 50 mil en la industria, de 25 mil en la minería y de 20 mil en la construcción. Hay así un total de 255 mil empleos menos en la producción de bienes, cuya completa recuperación en plazos breves es incierta. A esto se agrega una pérdida de 246 mil empleos en el comercio, 140 mil en los servicios domésticos, 130 mil en restaurantes y hoteles, 116 mil en enseñanza y 36 mil en transporte y almacenamiento. Estas actividades de servicios, en las que suele haber menores salarios promedio, suman cerca de 670 mil empleos menos. No obstante, poseen un potencial de recuperación más rápida una vez que disminuyan las restricciones sanitarias. Se registra, a su vez, 55 mil empleos menos en las actividades culturales y recreativas, sumando solo 67 mil en la actualidad, cuyo futuro es difícil de prever por los cambios de hábitos durante la pandemia.

En cambio, las comunicaciones e información sumaron 45 mil empleos (llegando a un total de cerca de 200 mil puestos de trabajo), lo que era esperable por la expansión del comercio electrónico y el trabajo y enseñanza remotos. Los otros servicios no sufrieron cambios significativos, incluyendo las prestaciones de salud y asistencia social, con un aumento de 13 mil empleos (sumando 547 mil puestos de trabajo en esta área).

Por su parte, el empleo formal (personas dependientes que cotizan en la seguridad social) ha alcanzando el nivel previo a la crisis, si se comparan los 5,44 millones de mayo de 2019 con los 5,53 millones de mayo de 2021, de acuerdo a los registros administrativos más recientes (el caso de las mujeres es similar). Los que no han vuelto a sus niveles previos son el empleo asalariado informal, el empleo por cuenta propia y los servicios domésticos, lo que afecta más a las mujeres en estos segmentos de empleo.

Este diagnóstico plantea la necesidad de ampliar las políticas de acceso y formalización del empleo. El subsidio al empleo tiene una buena presentación, pero su efecto económico es el de subsidiar las utilidades en los casos, la mayoría, en la que la decisión de contratación por parte del empleador tiene que ver primordialmente con sus previsiones de ventas. El subsidio al empleo a las mujeres y jóvenes sustituye unos empleos por otros (lo que puede ser válido) pero no aumenta el volumen global de empleo, que depende primordialmente de la evolución macroeconómica. Esto no impide complementar la política macro fiscal, monetaria y cambiaria con la creación directa de empleo mediante planes gubernamentales, como el incremento de la inversión pública y la creación de programas de inserción en el empleo o de prestación de servicios sociales, como el cuidado de personas, o de cuidado del ambiente, como programas de reforestación y recuperación de ecosistemas dañados. Pero eso ya supone un enfoque de política económica que deja de vincular el empleo exclusivamente con el mercado.

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