El período de debate antes de las primarias del 29 de junio llega a su fin. Lo primero que cabe comentar es su valor político, pues ha vuelto a reunir a las fuerzas de centro y de izquierda. A su manera, ha incluido desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista, dado que la DC no presentó candidato pero llamó a la postre a sus electores a votar por Carolina Tohá.
Esta conglomeración no se había producido desde la primaria de 2013, cuando compitieron en primarias Michelle Bachelet (apoyada por los partidos Socialista y Por la Democracia y también por el PC), José Antonio Gómez (por el Partido Radical), Claudio Orrego (por la DC) y Andrés Velasco (por Red liberal), con un amplio triunfo de Michelle Bacheleten las primarias y en primera vuelta, y luego en segunda vuelta contra Evelyn Matthei.
Cuatro años antes, Sebastián Piñera había derrotado a Eduardo Frei Ruiz-Tagle, dos candidatos relativamente similares, mientras el segundo había sido desafiado desde su izquierda. Con esto se selló el fin de 20 años de gobiernos de la Concertación, creada en 1989 como alianza del centro y el socialismo reunificado. Fue una convergencia de fuerzas indispensable para salir de la dictadura, pero consagró una división de la izquierda histórica que no podía perdurar eternamente en el tiempo ante la persistencia de los diversos clivajes institucionales, culturales y distributivos en la postdictadura, los que requerían nuevos alineamientos. Desde 2009 ya no tenía sentido repetir la sola alianza de la DC, los radicales y el socialismo para los nuevos desafíos de la sociedad chilena, que incluían seguir luchando por más democracia, más libertades y más reducción de las desigualdades. Se requería alguna forma de reunificación de la izquierda, pero siempre manteniendo su capacidad de apertura y alianza hacia el centro progresista.

Fue un mérito de Michelle Bachelet avanzar en este sentido en su segundo gobierno, pero que no perduró. En 2017, no hubo primarias del centro y la izquierda, pues la coalición saliente desde la DC hasta el PC entró en descomposición. Una parte apoyó en primera vuelta a Alejandro Guillier, habiendo descartado el PS con brusquedad un intento de reelección de Ricardo Lagos, mientras la DC llevó sin éxito a la senadora Carolina Goic en una lógica de camino propio. El recientemente creado Frente Amplio eligió en primarias internas a Beatriz Sánchez, que también compitió en primera vuelta. Triunfó otra vez en segunda vuelta la derecha con Sebastián Piñera por amplio margen.
En 2021, persistió la fragmentación en el centro y en la izquierda, pero se logró conformar un polo de izquierda competitivo. En las primarias legales de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric del Frente Amplio derrotó al PC Daniel Jadue, mientras se realizaron primarias informales entre la DC y el PS-PPD que ganó la senadora Yasna Provoste a la socialista Paula Narváez y al radical Carlos Maldonado.

El paso a segunda vuelta y luego la amplia victoria de Gabriel Boric frente a José Antonio Kast, consagraron un nuevo escenario político. En este se ha desenvuelto una derecha escorada hacia posiciones cada vez más extremas y una izquierda que supo entender que Apruebo Dignidad era un primer paso que debía ampliarse.
Compuso una fórmula de gobierno, no sin dificultades, que incluyó a casi todo su espectro, manteniendo acuerdos parciales con el centro progresista.
No obstante haber sido derrotada la coalición oficialista en el plebiscito constitucional de 2022, luego de una gestión inicial del gobierno poco prolija y que la Convención Constitucional no supieraconformar puentes para establecer nuevas reglas compartidas de amplio espectro, decidió con madurez proyectarse ahora en la primaria progresista de 2025. Más allá de sus tensiones optó por usar las primarias legales para dirimir su liderazgo y su orientación futura. Se trata de un mecanismo eminentemente democrático establecido en 2013, en el que cada sector político que lo desee puede seleccionar sus opciones presidenciales antes de la confrontación en primera vuelta para mejorar sus opciones de pasar a segunda vuelta.
La actual división de la derecha permite pensar que puede ser derrotada en segunda vuelta y no llegue a gobernar el país a partir de marzo próximo.
La interrogante es si la unidad lograda puede persistir y consolidarse. El que algunos de los apoyos individuales de Carolina Tohá se hayan manifestado en contra de apoyar a otros candidatos de la primaria si estos resultasen vencedores, fue resuelto de manera clara por la propia candidata y sus fuerzas políticas de apoyo: si se participa en una primaria se aceptará sus resultados y se apoyará a quien resulte vencedor. Otra cosa es que se critique tales o cuales posturas de unos y otros en los debates de las primarias. Esto ha incluido que Carolina Tohá le señalara a Jeanette Jara que no desea que la presidencia del país esté a cargo de alguien del Partido Comunista, dado el historial de esa fuerza política en otras partes. O bien que su eventual victoria en las primarias le otorga menos probabilidades de triunfo al progresismo frente a la derecha en las elecciones presidenciales de primera y segunda vuelta. Son afirmaciones duras, como también lo es que Jara le señalara a Tohá que ésta quiere volver a la Concertación o que no hizo un buen trabajo en materia de seguridad. Pero estas afirmaciones se han dado en el marco de un debate legítimo, en el que se busca potenciar las opciones propias en relación a las de los competidores.

Una dificultad mayor es la divergencia de tres de los candidatos con el PC en materia de la alineación exterior que este partido ha acentuado con la Rusia de Putin y con los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba. La alineación se había atenuado con la afirmación del programa de Daniel Jadue de que se mantendría una política exterior no alineada y respetuosa de las democracias y del derecho internacional. Pero luego la postura pro rusa y pro Maduro y Ortega del PC volvió por sus fueros, aunque el PC ha acatado escrupulosamente la política exterior del presidente Boric. Jeanette Jara ha señalado, además, que gobernaría respetando a la coalición de la que forma parte y que no aprueba los regímenes que violan los derechos humanos, lo que permite mantener una postura internacional de cierto consenso, aunque el tema constituye evidentemente una dificultad. Una evolución de la política exterior del PC chileno que siga la de partidos comunistas como los de España o Francia, e incluso de Venezuela, ayudaría a consolidar una coalición progresista en el largo plazo en Chile. Pero eso ya es materia de la soberanía del PC y de sus debates.
En materia de asuntos económico-sociales, no han aparecido mayores divergencias, salvo en los acuerdos Codelco-Sqm, cuestionados por Jara, pero se trata de un tema debatible que no debiera arrastrar desacuerdos insalvables, y en propuestas de invariabilidad tributaria del candidato Jaime Mulet. Esto se sitúa fuera de la consideración según la cual en las democracias, salvo las interdictas por el poder económico, los temas tributarios no se sustraen de la soberanía democrática y deben poder modificarse por unos u otros gobiernos según lo aconsejen las circunstancias cambiantes en materia económica. Además, las alusiones por el mismo candidato a las posturas según las cuales los extranjeros le quitarían el trabajo a los chilenos no han sido afortunadas, pues en lo principal la migración ayuda al crecimiento, especialmente cuando es calificada, lo que es el caso de muchos de los migrantes en Chile; cuando no lo es, se orientan a labores que muchos chilenos no están dispuestos a realizar y que son indispensables en nuestra vida cotidiana. Todos los estudios muestran que la inmigración es un aporte económico y por tanto al empleo. Otra cosa es que se deba realizar con derechos, considerando las capacidades de acogida y restringiendo drásticamente la inmigración irregular.
La clave es que la coalición progresista se haya reconstituido y mantenga principios de acción conjunta para defender y ampliar una democracia que produzca mejorías en el bienestar de las mayorías. Ha evitado en lo principal dejarse llevar por la promoción del miedo y ha puesto por delante los avances contra la inseguridad, que no son fáciles de alcanzar, como se demostró en los gobiernos de derecha. Se debe insistir en la necesidad de atacar sus causas y nunca utilizar a los extranjeros y el racismo, por mucho que la migración pueda creae resquemores, como chivo expiatorio contra los legítimos descontentos sociales.

Esa es la respuesta al callejón autoritario sin salida y a las violencias, intolerancias y polarizaciones que ofrece la ultraderecha. Y sobre todo se deberá reafirmar el mensaje positivo de seguir mejorando el acceso a la atención de salud, a la vivienda, a los servicios urbanos y a una economía circular sostenible, a la educación de calidad, a la seguridad policial, junto a la lucha tajante contra el narcotráfico y la ampliación de las opciones para los jóvenes que no estudian ni trabajan. Y el mejoramiento de las condiciones de los trabajadores en materia de empleo, salarios y pensiones. Todo ello supone mejorar sustancialmente la capacidad del Estado, su eficiencia y probidad, sin medias tintas, y erradicar el clientelismo.
El futuro del país se jugará en la capacidad que demuestre el progresismo en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias para convencer a la mayoría que mejorar la calidad de vida se logra con más y no con menos democracia, con más y no con menos progreso social sostenible.