Su autora, V.C. Andrews, alcanzó el éxito en 1979 con esta novela que toma temas tabús y los justifica en la dura realidad que una madre malvada hace padecer a sus cuatro hijos.
Todo en ella es oscuro. Una escritora en silla de ruedas que ocupa su tiempo libre en escribir novelas, hasta que con una de ellas se convierte en best seller, sin poseer ningún talento más que narrar lo más turbio del ser humano. Se trata de V.C Andrews, artista comercial estadounidense, que en 1979 alcanzó la fama con Flores en el ático, la primera de la saga Dollanganger y que acumula seguidores en el mundo por su narrativa simple, adictiva y atrevida.
Si bien como obra literaria no posee una gran prosa ni tampoco la trama es digna de impactar a un lector medianamente avezado, son los temas que componen la historia los que llevan a leer sin poder detenerse. La historia comienza con una madre que tras enviudar decide regresar a la casa de sus padres, una pareja de ancianos ultramillonarios con quien ella no tiene buena relación por lo que encierra en el ático a sus cuatro hijos para así poder ella seguir viviendo en la mansión.
Al llegar, Corrine es recibida con frialdad por su madre, quien se siente justificada en su desprecio debido a agravios pasados. Los niños, Christopher, Cathy y los gemelos Carrie y Cory, son inicialmente ingenuos respecto a la oscuridad que les espera. Corrine los persuade para que se comporten bien, convenciéndolos de que su confinamiento en una pequeña suite de habitaciones, incluido un ático, es una medida temporal. Les promete que una vez haya recuperado el favor de su padre, heredarán su fortuna y vivirán prósperamente

La trama se narra en dos estatus: la vida en la casa y lo que padecen los niños en el altillo. Es ahora cuando ellos descubren que su madre es realmente mala y ambiciosa. Al tiempo que ellos padecen hambre, frío, miedo, incomodidad, soledad y enfermedades encerrados en un entretecho secreto al cual su abuela, también oscura, los visita solo para llevarles alimentos; la madre recupera su antigua vida social, se empecina en verse eternamente joven y busca desesperadamente un nuevo romance.
La luz natural es escasa y su dieta es lamentablemente inadecuada, lo que contribuye a su creciente sensación de desesperación y encierro. Chris, astuto e ingenioso, utiliza su intelecto para mantener una rutina educativa, mientras que Cathy canaliza su energía en mantener la salud física a través de rutinas de ejercicio improvisadas y baile.
Si la historia terminara acá no hay quien no se apiadare de los cuatro niños, sin embargo, el paso del tiempo en el encierro va cambiando a los protagonistas y lleva al lector a la disyuntiva de seguir adelante con la novela o abandonar la obra por pervertida.
Difícil adolescencia

Christopher, Cathy y los gemelos Carrie y Cory llegaron siendo niños al ático y comenzaron a asumir el crecimiento sin nadie que los guiara ni les enseñara sobre el bien y el mal. Ya acá la trama de Flores en el ático toma el que será su hilo conductor, el incesto y sus consecuencias que marcará la saga: Pétalos al viento (1980); Si hubiera espinas (1981); Semillas del ayer (1984); y Jardín sombrío (1986, terminada por Andrew Neiderman, tras la muerte de la autora).
Por un lado, están los mellizos, Cory y Carrie, quienes no alcanzan a dimensionar lo que significa vivir encerrados durante día y noche en un húmedo y frío ático. Para ellos la vida se basa en intercambiar roles y pensar en qué comerán cuando llegue la abuela.
Por otro lado, está Cathy, quien crece día a día, mientras practica ballet para hacer más llevaderas las eternas horas de encierro. Y finalmente es Chris quien introduce la lujuria en la historia, pues ya siendo adolescente no puede evitar sentir una enorme atracción sexual por el cuerpo en desarrollo de su hermana, hasta que logra enamorarla y convertirla en su mujer.
… “¡Eres mía, Cathy! ¡Mía! ¡Siempre serás mía! No importa quién llegue a tu futuro, ¡siempre me pertenecerás! ¡Te haré mía… Esta noche… Ahora!”
¡No lo creía, Chris no!
Y no entendía del todo lo que tenía en mente, ni, si he de reconocerle el mérito, creo que realmente lo decía en serio, pero la pasión tiene una forma de dominar.
Caímos al suelo, los dos. Intenté apartarlo. Luchamos, dando vueltas y vueltas, escribiendo, en silencio, una lucha frenética de su fuerza contra la mía.
No fue una gran batalla.

Esta obra es una de las más vendidas de la historia con más de 40 millones de ejemplares. Para quien fuera su editora, Ann Patty, la razón es simple: “La premisa era extraordinariamente seductora; es una novela sobre una madre que encierra a sus hijos en el ático durante tres años y tres meses… Leí el manuscrito del tirón hasta las dos de la mañana. Me pareció horrible y fabuloso”.
La crítica no fue favorable tras su lanzamiento, pero el público tenía otra cosa que decir al punto que la segunda parte de la saga se volvió una tarea imprescindible para los fanáticos.
Tras el encuentro íntimo entre los hermanos y la muerte del pequeño Cory, logran huir de la mansión, tras pasar más de tres años encerrados, y sin conocer nada del mundo real ni como seguir adelante.
Descienden la escalera del ático con la respiración contenida, sus corazones latiendo al unísono con cada paso. Cada crujido de las tablas del suelo les envía escalofríos por la espina dorsal, temiendo la ira de su tiránica abuela o, peor aún, su indiferente madre.
Los secretos no terminan
Es en la vida real donde Chris y Cathy se dan cuenta que no pueden estar juntos, aún cuando ya no se aman como hermanos, sino que como pareja. Convertidos en adultos hacen sus vidas, que siempre se van entrelazando con detalles oscuros que el lector va descubriendo de a poco; siendo el principal secreto el origen de la relación de sus padres.
¿Será que el amor incestuoso se hereda? Ahora la trama vuelve protagonista a Cathy quien motivada por el odio hacia su madre se mueve entre lograr sus sueños como bailarina o vengarse de ella.
La saga Dollanganger puede interpretarse como una forma de la autora de “vomitar” sus sentimientos y sus ansias de libertad. Quien estuviera en silla de ruedas desde la adolescencia, no deja claro si fue por una caída en el colegio o porque sufría artritis reumatoide, lo que sí enfatiza en decir es que la relación con su madre fue mala, tal como la de Cathy y Corrine.

En febrero de 2022 se publicó La mujer más allá del ático: La historia de V.C. Andrews de Andrew Neiderman, quien plantea que la escritora detestaba su incapacidad y que culpaba a su madre del desprecio que sentía de parte del mundo. «Pensaba que cuando la gente la miraba y veía su enfermedad, la veían fea. Fue su madre quien le enseñó a sentirse así, dijo: ‘Si, de niña, tu madre quiere ocultarte, obviamente eso afectará la forma en que te ves a ti misma’”.
Andrews le dedicó Flores en el ático a su madre y al igual que Cathy habría sabido lo que era estar encerrada y sexualmente frustrada. Ese encierro en el altillo es el que ella sentía en su propio cuerpo. En la biografía recientemente publicada, el autor plantea que ella, “aunque tenía más de 50 años, pensaba como una niña porque no había tenido experiencias adultas con hombres”.
Su madre le había impedido salir con alguien de joven. Cuando escribía, entrevistó a su sobrina [adulta] sobre sexo, porque no tenía ni idea. Le pidió a su sobrina que le contara cómo se sentía tener sexo y cómo era la experiencia, tanto emocional como físicamente (…). Como Lillian no sabía conducir y la familia tenía muy poco dinero, Andrews rara vez salía de casa, le resultaba muy difícil moverse. No creo que Andrews tuviera acceso a un jardín durante parte de su vida, como los niños del ático, que hacen flores de papel para intentar convertir su prisión en un jardín imaginario.

En solo dos años del lanzamiento de la novela, la vida de V.C. Andrews había cambiado por completo, dejó la casa familiar para irse a vivir a una mansión de once habitaciones, lujo y espacio que antes no tuvo; sin embargo, a pesar de su éxito seguía atrapada en sus traumas.
Fue ese mismo año, 1981, que la entrevistó Stephen Rubin, del Washington Post, quien afirmó que durante la conversación la escritora «siempre volvía a los temas que más parecían preocuparla: su silla de ruedas y su madre«. Sobre este último punto, cuando el reportero le pregunta por la relación con su progenitora, Lilian –quien parecía ser una adorable anciana-, Andrews respondió que «las madres tienen dos caras, como la mayoría de la gente«.
Lilian nunca leyó sus novelas ni tampoco la animó a seguir adelante aún cuando su carrera partió siendo sumamente prometedora; recién cuando la autora fue reconocida y viajó a Europa, afirmó sentir orgullo por su hija diciendo que “Virginia Andrews tuvo una vida difícil. Pero lo importante es que lo superó todo y se convirtió en uno de los mayores éxitos de la ficción comercial”.
Andrews murió antes de terminar la saga Dollanganger a causa de un cáncer de mama. Había dejado manuscritos que permitían cerrar la historia de Cathy y Chris, sin embargo, el encargado de tomar la “posta”, Andrew Neiderman, no logró dar con el tono de la autora decepcionando a los lectores.
Madre, ten un poco de piedad y compasión por mis hijos. También son tu carne y tu sangre. Mantén eso en tu mente.