No hay que creer demasiado en las encuestas (además que hay encuestas y encuestas). La mayor parte de las veces se equivocan. Sobre todo, con relación a elecciones primarias, con un universo electoral indeterminado. Hay que mirarlas, qué duda cabe. Pero es muy riesgoso dejarse guiar por ellas. Lo que es evidente es que la próxima elección presidencial, lejos de estar definida, está abierta. Casi cualquier cosa puede pasar. Desde que José Antonio Kast deje a Chile Vamos fuera de la segunda vuelta, con el escape de Johannes Kaiser y su apoyo al candidato republicano, hasta que los sectores progresistas logren la muy desafiante hazaña de proyectarse a futuro. Dependiendo, por cierto, de lo que suceda en las primarias del próximo 29 de junio. Son muchos los que apuntan a que Carolina Tohá, la candidata del socialismo democrático (hoy apoyada por la DC), sería la única opción competitiva para enfrentar a la derecha y unir al ancho campo del progresismo, traspasando las limitadas fronteras de la actual alianza de gobierno.
Sobre todo, si el candidato de la derecha resulta ser Kast (tal como ocurriera en la elección anterior, cuando Boric lo derrotara en segunda vuelta). Incluso algunos adherentes a la candidata del socialismo democrático, no tan sólo el más que locuaz economista Oscar Landerretche, han afirmado que su apoyo a Tohá no es un cheque en blanco y que no votarían por otro candidato de la izquierda (Jeannette Jara o Gonzalo Winter), como sí estarían obligados los militantes de los partidos que han convocado a las primarias, honrando su compromiso de apoyar a quien resulte vencedor(a). En verdad, el peor escenario no tan sólo para el progresismo, sino para buena parte de la ciudadanía, no es tener que votar por un candidato (a) de izquierda que no termine de convencerlos, sino que el postulante oficialista quedase fuera de la segunda vuelta, enfrentando la triste y excluyente disyuntiva de tener que optar entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast.
Quedan escasas tres semanas para las primarias oficialistas y cunde el nerviosismo por un proceso que no acaba de prender. Es cierto que recién se inicia la franja y los debates televisivos debieran contribuir no tan sólo a difundir las propuestas de los diversos (as) candidatos (as), sino también una amplia convocatoria a los independientes habilitados para participar en este proceso. La derecha no pudo realizar primarias para elegir un candidato único de su sector, pese a las insistencias de Chile Vamos y la propia Evelyn Matthei. Básicamente porque el candidato republicano decidió no tan sólo enfrentar al oficialismo en primera vuelta. También a la candidata de la derecha tradicional (“la derecha cobarde” como la califican), asumiendo que representaban proyectos políticos distintos, privando al electorado de centro derecha, de elegir al candidato (a) que los pudiera representar. En cambio, el oficialismo, optó por entregar ese derecho a los ciudadanos, más allá de sus fronteras. Probablemente, algunos sectores de centro derecha decidan concurrir a votar por algunos de los candidatos de izquierda, que asumen como menos competitivos que la candidata del socialismo democrático. pero son los menos. En su gran mayoría, los independientes que voluntariamente concurran a sufragar en estas primarias lo harán pensando en lo que es mejor para el país, no tan sólo en el crecimiento económico y el orden (prioridades muy sustantivas), sino también en gobernabilidad, cohesión y paz social.
La inquietud en Chile Vamos

En Chile Vamos, la preocupación es mayor. Su candidata, que hasta hace muy poco lideraba las encuestas, viene de baja y en una de las recientes Evelyn Matthei aparece superada por el aspirante republicano. La preocupación no tan sólo deriva de esta y otras encuestas, que muestran un empate técnico con Kast, sino de la propia campaña desplegada por Evelyn Matthei, que insiste en disputar el voto duro con el republicano, sin ningún gesto consistente para capturar el voto moderado o de centro. La propia disyuntiva de algunos dirigentes de Amarillos, que optaron por apoyar a Matthei (con quiebres internos decisivos y casi terminales) evidencia la debilidad de la candidata de Chile Vamos.
El problema no es tan sólo que Evelyn Matthei sea demasiado impulsiva (sobran evidencias y salidas de libreto desde tiempos de la hoy convenientemente olvidada historia de conflictos terminales de la entonces denominada “patrulla juvenil”) como afirmara el diputado Cristhian Moreira, sino que, más que buscar diferenciarse de José Antonio Kast, compite con él en radicalidad y confrontación, sin asumir que éste representa con mayor fidelidad la corriente de ultraderecha que recorre el mundo. No son pocos los países en donde esa disputa por la hegemonía la ha ganado la ultraderecha en desmedro de la derecha tradicional. Tan sólo en aquellos países en donde la derecha tradicional ha marcado claramente sus fronteras y diferencias con la ultraderecha, como es el caso de España o Alemania, ha logrado sobrevivir. En la eventualidad que José Antonio Kast deje fuera de la segunda vuelta a la candidata de Chile Vamos y logre alguna supremacía a nivel parlamentario, el destino de la derecha tradicional sería más que incierto. En aquel hipotético escenario está resuelto que Chile Vamos apoyará a Kast (tal como lo hiciera en la elección anterior) para llegar a La Moneda, pero sería el principio del fin (si es que alguna vez tuvo un comienzo) para la derecha tradicional. Con efectos más que complejos para sus partidos integrantes.
Con toda probabilidad y pese a sus múltiples desmentidos, Johannes Kaiser terminará bajando su postulación presidencial para apoyar al candidato republicano y negociar apoyos para garantizar su arribo al Senado en la lista conjunta con republicanos, libertarios y socialcristiano (otro tanto podría hacer su hermana Vanesa que afirma ser aún más radical que Johannes). Al decir de las encuestas (con los debidos resguardos), la suma de republicanos, libertarios y socialcristianos, supera a Chile Vamos. No tan sólo a nivel presidencial sino también parlamentario. Y desde luego la unidad del conjunto de la derecha en una segunda vuelta supera al oficialismo que, pese a todo, parte con un minoritario pero sólido 30 a 35 % de apoyo al gobierno del Presidente Boric, que muestran las encuestas.
La voz de las urnas

Pero la política y menos las elecciones se guían por las aritméticas. Más allá de lo que digan las encuestas, tanto el sentido común como la propia trayectoria política del país en las últimas décadas, apuntan a evitar la polarización y favorecer las opciones moderadas. Tanto en la centro derecha como en la centro izquierda. Es difícil imaginar que las opciones de segunda vuelta estén representadas por los extremos o, peor aún, por dos opciones de derecha. Aún debe correr bastante agua bajo los puentes antes que se configure el real escenario presidencial y parlamentario, en donde los diversos partidos afinan sus negociaciones para mantener y en lo posible potenciar su actual representación parlamentaria. Es más que evidente que la derecha enfrentará esta elección con listas competitivas entre sí, lo que les abre un espacio a los sectores progresistas para maximizar su representación, a condición de enfrentarla con una lista única, como reiteradamente ha propuesto el gobierno. Una condición muy compleja de asumir. En primer lugar, porque simplemente no caben todos los partidos y no elimina la competencia (ya Jaime Mulet, el candidato de partido regionalista verde ha descartado esa alternativa). Pero hay otras derivadas de la competencia interna con perspectiva de furturo. Es muy difícil imaginar una lista única a nivel parlamentario, que vaya desde la DC hasta el PC y todo apuntaría a dos listas con las consiguientes consecuencias de menor electibilidad, a costa de la mayor factibilidad política.
El próximo 29 de junio el oficialismo definirá su opción presidencial. Para nada es indiferente el número de personas que concurra a sufragar en estas primarias, cuyos resultados lo decidirán los independientes que lleguen a los locales de votación. Allí se decide no tan sólo el candidato (a) presidencial del oficialismo sino también las reales opciones entre las cuales los más de 15 millones de chilenos con derecho a voto, esta vez de manera obligatoria, deberán decidir el destino del país. Entre una refundación conservadora o acentuar las transformaciones sociales pendientes tras la actual gestión de gobierno.