¿Por qué no da lo mismo quién gane? 

por Marcelo Contreras

Con toda seguridad, quien resulte vencedor (más bien vencedora) en las primarias del próximo domingo, contará con el respaldo de los partidos que las han convocado (con algunas excepciones), pero no es seguro que puedan tener igual desempeño en la campaña presidencial. Tal como afirman diversos personeros del oficialismo y como especulan en la derecha. Arturo Squella, el presidente del Partido Republicano recientemente sostuvo que sería mucho más fácil para José Antonio Kast enfrentar a Jeannette Jara. Algo coincidente a lo que apuesta la mayoría de Chile Vamos. Y bien pudiera ser que tengan razón. Jeannette Jara, la buena candidata del PC, no lograría traspasar las fronteras del oficialismo para crecer hacia el centro y capturar el voto moderado, indispensable no tan sólo para asegurar su paso a segunda vuelta sino también para constituirse en una alternativa suficientemente competitiva en la recta final a La Moneda. Y ello no forma parte de una campaña anticomunista de la que su partido ha acusado al socialismo democrático, sino es un dato de realidad. El país corre el riesgo de elegir a un presidente de ultraderecha antes que a una presidenta comunista.

 No por nada circulan llamados en redes sociales llamando a los independientes de derecha a votar por la candidata comunista en las primarias del próximo domingo. Y existen fundadas sospechas que empresas encuestadoras han manipulado números para favorecer el posicionamiento de la exministra del Trabajo, apuntando a un empate con la candidata del socialismo democrático, o incluso una creciente ventaja para Jeannette Jara. En una notable carta publicada el pasado miércoles en el diario El Mercurio, Pablo Longueira, el excoronel de la UDI, alerta acerca de los riesgos de apostar por la candidata comunista como contendora en la campaña presidencial. Una campaña que ha contado con el entusiasta concurso de medios de comunicación y no pocos analistas políticos, que ha terminado por impactar a los propios adherentes de Carolina Tohá. Incluso sectores de la DC especulan con una candidatura presidencial de emergencia en la alternativa que Jeannette Jara gane las primarias. Por su parte, algunos outsiders, como Marco Enríquez, Rodrigo Mundaca o Harold Mayne Nicolls, apuestan, con diferentes motivaciones, a una postulación presidencial, dependiendo del resultado de las primarias oficialistas, mientras reunen las firmas necesarias para materializarlo.

A 72 horas de la votación el resultado de las primarias es muy incierto y casi cualquier cosa puede pasar. En primer lugar, depende de la cantidad de personas que voluntariamente concurran a sufragar, además de la composición de quienes lo hagan. Cualquiera cifra superior a los dos millones de electores, además de constituir un importante logro para sus convocantes, podría reproducir la correlación de fuerzas de anteriores elecciones. Un voto mayoritariamente joven debiera favorecer a Gonzalo Winter, así como uno principalmente popular podría convenir a Jeannette Jara, en tanto que votantes mayores de 45 años pudieran inclinarse por Carolina Tohá.  Con todo, el oficialismo enfrenta el serio riesgo de quedar fuera de la segunda vuelta de no contar con una alternativa esencialmente competitiva.

En estas primarias no tan sólo se define el (la) candidato (a) presidencial que representará al oficialismo, también evidenciará las disyuntivas que enfrentará el país en las próximas elecciones. Un supuesto sentido común podría indicar que se impondrían los sectores moderados por sobre los extremos en ambos sectores. Pero la realidad es que José Antonio Kast aparece aventajando a Evelyn Matthei, que no ha logrado diferenciarse del candidato de la ultraderecha, insistiendo en competir por el voto duro del sector. Con una campaña gastada, desfondada y sucesivas reestructuraciones de su comando. Partiendo por un jefe de campaña que no dirige. Todos los esfuerzos de Chile Vamos por apuntalar su campaña, hasta ahora se han estrellado con la tozudes de la candidata, que se estanca y baja en las encuestas, mientras el aspirante republicano capitaliza aquellos tropiezos y juega con los vaivenes de Johannes Kaiser, el candidato libertario, también a la baja en las encuestas y su muy probable retiro negociado con el comando de J. A. Kast.

Un eventual triunfo de Jeannette Jara en las primarias oficialistas enfrentaría al país a la disyuntiva de elegir entre un candidato de la ultraderecha y una comunista, incrementando fuertemente el clima de polarización política, con serio riesgo para la paz social y gobernabilidad futura del país. Es más que evidente que una derrota del socialismo democrático contribuiría a empoderar el ala más radical del oficialismo. Por el contrario, un triunfo de Carolina Tohá podría derivar en una contienda presidencial más competitiva. Más allá de cálculos y especulaciones, se sostiene que, frente a Jara, Tohá es menos empática, pero sí es la con mayor experiencia y la más preparada, como lo demuestran las evaluaciones de desempeño en los debates. Es la única que asegura la amplia unidad del progresismo, con posibilidades ciertas de capturar el voto moderado o de centro y disputar la elección presidencial. Sobre todo, si el candidato del conjunto de la derecha resulta ser José Antonio Kast. La historia nunca se repite de manera idéntica, pero el desenlace puede ser parecido al de la anterior votación presidencial.

¿Hacia dónde vamos?

La elección presidencial no solamente implica una alternancia en el poderPerfectamente podría significar un verdadero giro copernicano en el rumbo del país. Una verdadera refundación o restauración conservadora. Claramente, un triunfo de la derecha implicaría un drástico realineamiento en materia de relaciones internacionales.  Basta analizar el tenor de las críticas de las derechas por la condena del presidente Boric a la agresión de EE. UU. a Irak y a su participación, como observador invitado por el presidente Lula, en el próximo encuentro del BRIC. Ciertamente la derecha y ultraderecha no dudan en alinearse con el gobierno de Donald Trump y sus pares en la región y el resto del planeta. En materia de seguridad ciudadana, implicaría el sacrificio de libertades públicas, con el pretendido despliegue indiscriminado de las FF.AA. para asegurar el orden público, así como el palo largo y la mano dura no tan sólo en contra de la delincuencia o el crimen organizado. Respecto de la economía, la fórmula es conocida. Menos estado (jibarización del aparato estatal, fuerte reducción del gasto fiscal y recorte de programas sociales) es una formula compartida por la derecha y la ultraderecha. Una clara amenaza a las conquistas sociales, partiendo por el salario mínimo, la reforma previsional y la jornada de 40 horas. La jibarización, cuando no el cierre de TVN. En derechos humanos, la reformulación del INDH, la liberación de los presos por crímenes de lesa humanidad en Punta Peuco y el fin del plan de búsqueda de detenidos desaparecidos. Y así por delante. Basta con analizar las propuestas formuladas hasta ahora por los candidatos de las derechas.

Todo aquello bajo la falsa premisa que el país vive una triple crisis (que no se sostiene con los datos duros), tanto en materia económica, como de seguridad y en el plano social. Una imagen que tanto la derecha como la ultraderecha se han esforzado por proyectar, con el entusiasta concurso de los medios de comunicación, pese a que diversos organismos internacionales señalan a nuestro país como el mejor para vivir en la región. El gobierno ha demostrado con datos duros (los números no mienten) que durante tres años de gestión se ha implementado un relevante ajuste económico, con un bajo costo social, tras los agudos desequilibrios generados por la pandemia, retomando una senda de crecimiento moderado pero sostenido. En materia de seguridad, el país, al igual que el resto de la región, enfrenta una evidente urgencia, que el gobierno ha enfrentado resueltamente, con notables avances en la aprobación de una robusta agenda sobre la materia y el reforzamiento de los servicios policiales. Además de relevantes logros en materia social, como la aprobación de la reforma previsional, un salario mínimo de $ 529.000 y la jornada laboral de 40 horas, el fin del copago en salud y otros. Con toda propiedad, se puede afirmar que el país está mejor que hace tres años. Sin lugar a duda queda mucho por avanzar y son mayores los desafíos de cara al futuro, pero el camino no es el de una refundación o restauración con tintes autoritarios.

Ciertamente la campaña por las primarias no ha permitido poner de relieve aquello que los diversos candidatos comparten. Y menos, sus propuestas de cara al futuro. Pero es evidente que no comparten la catastrofista imagen que busca proyectar la derecha de un país que se cae a pedazos por la corrupción, con una economía estancada y un estado desbordado por la delincuencia y el crimen organizado.  Hay consensos en cuanto al diagnóstico que reconoce los avances y asume los desafíos pendientes.

Las diferencias y los matices apuntan a las propuestas de futuro, tanto en materia económica, como respecto del sensible tema de la seguridad ciudadana, las políticas sociales o las relaciones internacionales. Lo relevante a la hora de evaluarlas es pasarlas por el tamiz de su viabilidad política, asumiendo que los cambios necesariamente deben ser graduales y consensuados para ser aprobados. Porque una cosa es clara: cualquiera sea el candidato (a) que gane la elección presidencial, muy difícilmente contará con una mayoría parlamentaria para implementar su programa de gobierno tal cual lo ha diseñado y necesariamente deberá buscar acuerdos para implementarlo. Y eso refiere a la elección parlamentaria, que se define en la primera vuelta presidencial. Ese es otro análisis, que depende, en buena medida, de los pactos y las alianzas, así como del desenlace de la elección presidencial. En paralelo a las postulaciones presidenciales, los diversos partidos trabajan afanosamente para afinar los pactos y alianzas para enfrentar la elección parlamentaria que definirá una nueva correlación de fuerzas en el país. Sin muchas posibilidades que se apruebe, en el corto plazo, una reforma del sistema político que disminuya la disgregación partidaria que se refleja en el actual parlamento, con serio riesgo para la gobernabilidad futura del país. 

Es mucho lo que se juega en las primarias del domingo, con la vista puesta en las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre. De allí la relevancia de una significativa participación ciudadana, más allá del limitado número de militantes partidarios. Hoy nada da lo mismo.

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