Chile pasó de una fuerte recesión en 2020 (-6,1%) a un muy alto crecimiento en 2021 (11,7%) empujado por la demanda, especialmente por los retiros de ahorros previsionales que fueron a consumo y por la expansión fiscal. Y pasó a tener un desempeño incierto en 2022 (el empleo asalariado formal ya ha caído en -1,8% hasta julio y entre tanto la construcción entró en crisis) y el peor previsto para 2023 en América Latina.
Se trata del único país de la zona en el que se prevé una recesión de -1% del PIB por parte del FMI. La perspectiva comparada siempre es útil en la evaluación de las situaciones políticas y económicas de los países, aunque se debe utilizar con cuidado para no caer en simplificaciones y argumentos que justifiquen las propias posturas. Y es mejor si toma en cuenta perspectivas de más largo plazo.
El dinamismo productivo de Chile, medido por la tasa de crecimiento del PIB, fue superior al promedio mundial en las tres décadas posteriores a 1980. Se situó por debajo, en cambio, en 2010-19. En la globalización desde 1980, ha sido, además, siempre inferior al de Asia, pero con una cifra récord del doble del promedio del continente latinoamericano en la década de 1990 y siempre superior en las dos décadas siguientes, según los datos del FMI. En la década previa a la pandemia, Chile ya creció menos que Panamá, Colombia, Perú, Bolivia y Paraguay, aunque se situó en el rango alto en el contexto latinoamericano, siempre por encima de México, Brasil y Argentina.
En la coyuntura, en cambio, Chile muestra el peor desempeño comparado por primera vez en las últimas cuatro décadas. Por mucho que se examine todas las hipótesis posibles, solo hay una que explica la diferencia con el resto del continente y con el mundo (que se proyecta crecerá en 2,7% en 2023): la política monetaria injustificadamente recesiva del Banco Central, que busca combatir equivocadamente la inflación importada, que impacta a todos los países pues su origen se centra en los mercados de combustibles y alimentos a nivel global. A esto se suma una política fiscal fuertemente contractiva en 2022 y no suficientemente expansiva en 2023. La explosión fiscal de 2021 (más de 30% de crecimiento, algo nunca visto), por las medidas de transferencias de ingresos en la pandemia, llevó a buscar un brusco ajuste en el gasto en 2022 que es completamente excesivo (-25%).
Este año, al parecer, se terminará con un equilibrio fiscal efectivo y un muy bajo déficit estructural, lo que es un sin sentido económico y social que no tiene justificación racional, mientras la recesión programada para 2023 deteriorará las cuentas fiscales. Menos justificación tiene el aumento desmedido de las tasas de interés, que busca retrotraer a la economía chilena a la situación previa a 2021.
De paso recalquemos que, en palabras de Bradford DeLong, ex subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, «al nivel agregado de la economía en su conjunto, los efectos destructivos de las recesiones y desaceleraciones superan sustancialmente cualquier efecto constructivo o de ‘limpieza’. Cambiar a las personas de trabajos de baja productividad a la cero-productividad no hace nada del trabajo de encontrar la manera de llevar a las personas a empleos de alta productividad«. En materia de inflación, se debe evitar que el aumento general de precios se ancle en una espiral de reajustes sin fin de precios e ingresos nominales (como en Argentina), pero hay momentos en que una inflación de costos, como la actual, debe producir efectos de cambio estructural en los niveles de precios relativos, en este caso con la consecuencia de estimular la producción interna de alimentos y acelerar el cambio a energías renovables de producción doméstica, ayudando de paso fuertemente a la balanza comercial.
Procurar evitar ese proceso no tiene sentido y menos hacerlo deprimiendo al conjunto de la economía. La premisa a tener en cuenta es que perder ingresos reales es lamentable, pero mucho peor es perder todo ingreso por quedar desempleado y, para los que siguen con empleo, es malo perder capacidad de negociación del salario por el aumento general de la cesantía.
Proyecciones de crecimiento (FMI)
Países | 2022 | 2023 |
Argentina | 4,0 | 2,0 |
Bolivia | 3,8 | 3,2 |
Brasil | 2,8 | 1,0 |
Chile | 2,0 | -1,0 |
Colombia | 7,6 | 2,2 |
Ecuador | 2,9 | 2,7 |
México | 2,1 | 1,2 |
Panamá | 7,5 | 4,0 |
Paraguay | 0,2 | 4,3 |
Perú | 2,7 | 2,6 |
Uruguay | 5,3 | 3,6 |
Venezuela | 6,0 | 6,5 |
Fuente: International Monetary Fund, World Economic Outlook Database, October 2022.
El resultado es que Chile será el único país de América Latina que sufrirá una recesión en 2023. Este es un escenario desconcertante si se considera que es programado. No se puede justificar por la necesaria lucha contra la inflación, que no se combate de manera simplista contrayendo alegremente la actividad y aumentando el desempleo, como supone el consejo ultra- ortodoxo del Banco Central.
Y sobre todo es susceptible de ser corregido sin salirse de una política económica responsable, mediante:
a) más compensaciones para las familias de menos ingresos (mientras, la banca tiene indexados en UF sus ingresos y aumenta sus ganancias) y contenciones de precios de la energía para todos frente a la inflación importada, la que se transmite a la economía doméstica de manera inmediata por la fuerte conexión de muchas actividades con los mercados externos y por el canal energético que impacta al conjunto;
b) una baja de las tasas de interés que reduzca el enorme diferencial con el exterior y sostenga en especial la actividad de las pymes y
c) una política fiscal más expansiva centrada en la inversión para sostener el empleo y no deprimir el consumo de las familias.
Un aterrizaje suave respecto a la gran expansión del consumo del año pasado y contener parcialmente los efectos de la inflación importada es posible como alternativa a la política de choque recesivo en aplicación.
Crecimiento promedio anual del PIB
Países | 1980-89 | 1990-99 | 2000-09 | 2010-19 | 2020 | 2021 |
Mundo | 3,2 | 3,1 | 3,9 | 3,7 | -3,0 | 6,0 |
Economías avanzadas (G7) | 3,0 | 2,5 | 1,4 | 1,9 | -4,8 | 5,1 |
Asia emergente y en desarrollo | 6,7 | 7,2 | 8,1 | 7,0 | -0,6 | 7,2 |
India | 5,5 | 5,7 | 6,9 | 6,9 | -6,6 | 8,7 |
China | 9,7 | 10,0 | 10,3 | 7,7 | 2,2 | 8,1 |
América Latina y el Caribe | 2,1 | 3,0 | 3,0 | 2,0 | -7,0 | 6,9 |
México | 2,4 | 3,6 | 1,5 | 2,7 | -8,1 | 4,8 |
Panamá | 1,2 | 6,1 | 5,6 | 6,2 | -17,9 | 15,3 |
Argentina | -0,9 | 4,3 | 2,6 | 1,4 | -9,9 | 10,4 |
Brasil | 3,0 | 1,7 | 3,4 | 1,4 | -3,9 | 4,6 |
Chile | 3,6 | 6,1 | 4,2 | 3,3 | -6,1 | 11,7 |
Uruguay | 0,7 | 3,3 | 2,2 | 2,9 | -6,1 | 4,4 |
Paraguay | 3,9 | 3,1 | 2,4 | 4,3 | -0,8 | 4,2 |
Bolivia | -0,2 | 4,0 | 3,7 | 4,6 | -8,7 | 6,1 |
Colombia | 3,4 | 2,9 | 3,9 | 3,7 | -7,0 | 10,7 |
Ecuador | 2,4 | 2,5 | 3,9 | 2,8 | -7,8 | 4,2 |
Perú | 0,6 | 3,2 | 5,0 | 4,5 | -11,0 | 13,6 |
Venezuela | -0,4 | 2,5 | 4,0 | -8,0 | -30,0 | 0,5 |
Fuente: International Monetary Fund, World Economic Outlook Database, October 2022