El Presidente electo ha anunciado que concurrirá a la ceremonia de asunción del mando sin corbata, explicando que utilizar esta prenda significaría un cambio esencial de su personalidad, es decir, que dejaría de ser lo que es. Con pleno respeto a la legítima y legal determinación de Gabriel Boric, permítasenos, en estos días de descanso, compartir algunas reflexiones sobre esa pieza de vestir.
Se estima que la corbata tiene su origen hace más de tres siglos, en Croacia, y la etimología del vocablo procede del francés cravate, que significa «propio de Croacia«. Los croatas celebran anualmente el “Festival de la Corbata”, que incluso tiene designado un día nacional, el 18 de octubre.
En su larga historia, la prenda ha tenido épocas de auge y decadencia. Aunque se le identifica con la vestimenta masculina, al comenzar el siglo XX la corbata se popularizó con motivo de los movimientos feministas, cuyas integrantes desfilaban, desafiantes, luciendo estos paños. En esos años, en nuestro país, ya instaladas las fábricas Carozzi y Lucchetti, el vocablo adquirió, además, una connotación gastronómica, al denominarse popularmente “corbatitas” a las farfalle italianas, que recordaban al también gastronómico y criollo vocablo “humita”, para designar ese tipo de pequeñas corbatas que en el resto de los países de habla hispana se denomina “pajarita”.
En la segunda década decayó el uso de la pieza, al crecer la informalidad en la moda masculina. En cambio, los años 20 conocieron un nuevo apogeo corbatero que permaneció largas cuatro décadas, hasta inicios de los setenta, cuando la juventud dejó de usar la corbata como prenda diaria, salvo en círculos particulares, como ocurría en Chile con los estudiantes de Derecho. Se dice que en esta caída influyó la revolución estudiantil europea de 1968 y el movimiento hippie. Quienes, en este país, no abandonaron la corbata sino hasta el fatídico 11 de septiembre de 1973, fueron los obreros, sí, que masivamente lucían la prenda en los días de elecciones, el Dieciocho y el Primero de Mayo, mientras que los empleados, trabajadores “intelectuales” también denominados “de cuello y corbata” estaban obligados a hacerlo todos los días.
Luego, en los años 80, hubo una explosión mundial de creatividad y todos los aeropuertos del mundo contaban con tiendas donde los viajantes compraban corbatas, para su postura o para regalar. De otro lado, si bien el uso de esta prenda continuó siendo desechado por gran parte de la población, siguió practicándose, hasta el día de hoy, en muchas actividades ceremoniales, laborales, sociales, educacionales, etc.
Personajes de muestra historia nacional, como Salvador Allende, se caracterizaron por tener importantes colecciones de corbatas. Otros menos importantes y más actuales, como Arturo Barrios, de su mismo partido, lo siguieron en dicha afición. Por mi parte, la pequeña colección que tengo, no más de cuarenta piezas, me coloca –lo confieso- en un lugar no imparcial.
Sobre el significado de la corbata, parece ridículo endosarle calificativos que corresponden a las personas y no a las cosas (reaccionaria, burguesa, autoritaria, etc.). Analizando tal significado en su mérito propio, es evidente que la corbata, esencialmente, es un adorno del cuerpo, en particular, uno de los pocos adornos con que los varones pueden festejar su cuerpo. Y aunque hay corbatas muy hermosas y otras que son un mamarracho, su finalidad es siempre esencialmente estética y, por tanto, sometida a los vaivenes de la moda y los gustos. Sin embargo, confieso que en mi caso personal y en otros que conozco, su uso es predominante en invierno, porque ayuda a combatir el frío.
Procedente de aquella significación estética esencial, se ha agregado, respecto a esta prenda, su función como significante de determinados convencionalismos o actitudes sociales. Así ha ocurrido, por ejemplo, con el uso de la corbata negra, para simbolizar un duelo, o la corbata roja como señal de posiciones de izquierda.
Es este derivado simbólico el que explica la implantación del uso obligatorio de la corbata como norma reglamentaria o de trato social, para connotar disciplina laboral o espíritu corporativo. Tal ocurre en los ejércitos, en tribunales como los chilenos y, también en nuestro país, en los cuerpos docentes de Derecho (en verano, yo incumplo la norma y utilizo guayabera, arguyendo que es una tenida formal), pero también en el estamento de alumnos y alumnas, cuando deben rendir evaluaciones.
Considero la obligatoriedad del uso de la corbata totalmente infundada y necia. Nunca que he preguntado por su fundamento alguien me ha sabido responder. Es igualmente necio aborrecer esta cinta de paño, como si fuese responsable de algún mal. Estimo que la norma debiese ser la libertad total para usarla, tal como para colocarse un sombrero, llevar chaleco con o sin mangas, o un arete en la oreja. Y esta es la razón principal por la cual respeto la opción de nuestro Presidente electo.