Se me ocurre que moros y cristianos llevamos un tiempo esperando que alguien nos informe si lo ocurrido a fines de 2019 fue la manifestación de un antagonismo que amenaza nuestra existencia colectiva, o un desmesurado pedo en un canasto. Los Estragones de nuestro drama esperan saber si todo sigue igual, si es posible superar el miedo y el rencor, e invertir y ganar lucas como antes. Los Vladimires quieren saber si regresará la situación aguda de 2019, para aplastar de una las enemistades y asegurar una existencia social verdaderamente pacífica, o si hay que continuar meneándose en el estado a la espera de mejores condiciones (en el largo plazo).
Esperamos a Godot, aunque, por supuesto, no lo hacemos sentadas en poltronas. Unos invierten allende las fronteras, y mejoran la eficiencia de sus negocios en Chile expulsando personal por necesidades empresariales, mientras gritan para que regrese el orden un tanto manu militari que había antes. Otros manejan ministerios, municipios y asientos en el parlamento, construyen ciclovías, cuentan en una dirección y otra asesinados y víctimas de accidentes del tránsito, preparan y votan proyectos de ley, planean campañas para reelegirse y se mechonean por Venezuela y la inseguridad. Las más salen a laborar con julepe cada mañana en trabajos inestables, a ganarse marginalmente la vida cargándose el IVA, mientras las menos entre las más salen a pasear los fines de semana largos, escriben columnitas, eligen con dedicación bufandas sentadoras, y atan y desatan los cordones de sus zapatos con parsimonia, como anunció Beckett.
Lo malo es que Godot, aunque sea pequeñito y tímido, no se ve por ningún lado. Estamos en una suerte de intermedio, muy ocupados, a la espera. Claro que nuestro drama carece del talante metafísico angustiante de la obra producida en una cultura desgastada y confundida. Para nosotros, representantes de una cultura más joven y fresca (gente optimista, confiada en la buena cueva, con la conciencia limpia, que se ha mandado pocas cagadas históricas dignas de mención), la espera es más bien viveza lauchera, el simple aguardar la pelota larga de un pase milagroso de Godot. Si llegara a llegar, ojalá que no sea del viejo del saco, ni venga envenenada o con explosivos.