Cuando quien lleva la trama de la historia es a la vez quien se boicotea, inmediatamente nos remite a un personaje con una alta carga emocional y que, por ende, conducirá la historia por laberintos poco tradicionales.
Estamos acostumbrados a que en toda novela encontraremos un protagonista y un antagonista; dupla que le da vida al conflicto y que con ello se perfilan los personajes. En el estilo policial tenemos a un detective (ya sea uno real o alguien que se dedique a investigar) y a un criminal (asesino, ladrón, desviado sexual); en las de corte romántico están los enamorados y ese tercero que entra en discordia con el fin de separarlos; e incluso en la fantasía habrá un villano que se oponga a los propósitos del héroe… pero, ¿qué pasa cuando el protagonista es al mismo tiempo antagonista? ¿Es posible que él mismo se boicotee? Si, eso sucede y hace de la obra literaria una pieza que atrapa de principio a fin.
¿Un loco, un amante traicionado o un pobre hombre que fue engañado?
Un loco nos cuenta desde su encierro que mató a la mujer que amaba. Se trata del pintor Juan Pablo Castel y la fallecida es su amante María Iribarne. Ante estos hechos, ¿quién es el protagonista, el antagonista y la víctima?
El Túnel de Ernesto Sabato no solo juega con el orden de los hechos, pues comienza con el desenlace, sino que además el narrador y protagonista es el asesino y víctima de sus obsesiones. El mismo se boicotea siendo que él es el tercero en la relación entre María y “el ciego” Allende.
Castel tiene un ideal, un ideal de mujer, María; y si bien es él quien entra en un matrimonio, siente que el mundo entero es su antagonista no asumiendo que todo su romance se basa más bien en lo que interpreta que en los verdaderos hechos acontecidos.
A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida.
Minerva Sánchez Casarrubios, en su texto “La expresión de miedos sociales a través del villano en el cine postclásico: un análisis del texto narrativo”, plantea que “según Vladimir Propp en Morfología del Cuento lo que verdaderamente importa dentro de cualquier cuento (…) son las funciones de los personajes (…) en cualquier relato siempre puede haber un malvado que se interponga en el camino del héroe, un héroe que se enfrente al villano, un villano que le arrebate el objeto de deseo al héroe”. Tomando este análisis, concluimos que en El túnel no hay una lucha entre un bueno y un malo, sino que la batalla se desata dentro del personaje de Castel.
Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad.
El pintor es el protagonista pues la historia gira en torno a lo que él vivió. El lector puede poner en duda lo que le cuenta pensando que se trata de un loco o un asesino –o ambos-; o verlo como un hombre atormentado que halló en la muerte de María la única forma de poseerla; o asimilar que es una historia de amor con final trágico.
Mas, lo interesante, es que el mismo protagonista es quien asesina a su amor, alejándose –sin actuación de un tercero- de su meta final: ser feliz con María Iribarne. “La solución de Castel nos es conocida. Quiso ser comprendido, aunque fuera por una sola persona. Y cuando tuvo la sospecha de haberlo logrado, la mató. (…) Porque, en realidad, no podía estar seguro ni de la traición ni de la fidelidad de su amante. Y estar seguro es el resumen de una concepción largamente moderna, basada en la noción de ‘episteme’ (conocimiento). (…). La única forma de estarlo en el caso Castel era guillotinando, apuñalando el objeto de la incertidumbre. La muerte es segura”, explica Víctor Samuel Rivera en “Demencia y racionalidad en Juan Pablo Castel”.
Amaba desesperadamente a María y no obstante la palabra amor no se había pronunciado entre nosotros. Esperé con ansiedad su retorno de la estancia para decírsela.
Pero ella no volvía. A medida que fueron pasando los días, creció en mí una especie de locura. Le escribí una segunda carta que simplemente decía: «¡Te quiero, María, te quiero, te quiero!»
Los molinos y una maloliente campesina
El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, escrita en dos partes por Miguel de Cervantes, es considerada la gran novela pues en sus líneas aparecen los tres tipos de obras narrativas existentes en el siglo XVI: la picaresca, la pastoril y la de caballería. Además, si bien el relato está hecho de tal forma que el lector debe asumir como cierto cada episodio; al mismo tiempo se ofrecen dos versiones de un mismo hecho: lo que sucede en realidad y cómo Don Quijote interpreta lo que ve: desde su amor por una campesina sucia y maloliente vestida con harapos, a quien el Hidalgo describe como una mujer poseedora de una “hermosura sobrehumana (…) sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas«; hasta llegar a confundir molinos de viento con gigantes desaforados con largos brazos.
Don Quijote viaja por La Mancha junto a su fiel Sancho. El Quijote es la fantasía, Sancho la cordura, quien no se opone a los deseos de “su amo” de destruir la injusticia, sino que lo acompaña y cuida.
De lo que el buen Sancho me ha contado me anda brincando un escrúpulo en el alma y un cierto susurro llega a mis oídos, que me dice: «Pues don Quijote de la Mancha es loco, menguado y mentecato, y Sancho Panza su escudero lo conoce, y, con todo eso, le sirve y le sigue y va atenido a las vanas promesas suyas, sin duda alguna debe de ser él más loco y tonto que su amo; y siendo esto así, como lo es, mal contado te será, señora duquesa, si al tal Sancho Panza le das ínsula que gobierne; porque el que no sabe gobernarse a sí, ¿cómo sabrá gobernar a otros?»
Entonces, ¿quién es el antagonista de este heroico caballero? La respuesta es solo una: la enajenación del Quijote es antagónica a su sensatez. Esta dualidad la resume Ángel Rodríguez en su artículo “Realidad, ficción y juego en El Quijote: locura cordura” cuando afirma que “Don Alonso Quijano quiso dejar de ser una mera realidad contingente y temporal, perder su ser para lograr su valer e integrarse a una realidad superior (…) a pesar de su lucha, se transforma en una tentativa fracasada, en el símbolo de la frustración de todos los esfuerzos humanos en la vida. (…) Es la imagen del hombre que lucha afanosa e inútilmente por hacer triunfar sus anhelos de trascendencia sobre la rutina prosaica de las cosas de este mundo. Al fracasar en su intento, está dejando entrever que las posibilidades del hombre tienen siempre un límite, que la condición humana es dramática y trágica, definida por la imposibilidad de alcanzar lo que se busca”.
La muerte llega para desenmascarar a Don Quijote, primero despojándolo de su dulce inocencia que lo llevó a ver el mundo con ojos bondadosos una vez que se recupera de su locura, y ya siendo el señor Quijano fallece en sus aposentos bajo la orden de la cristiandad.
Lo interesante es que, con la partida del amo, Sancho cae inmerso en la enajenación convirtiéndose en su propio verdugo… Aunque esa historia aún no se ha escrito.
Las mitades de Medardo
Una bala de cañón lanzada en medio de la guerra parte de arriba abajo al Vizconde Medardo de Terralba dejando viva solo una parte de su cuerpo… El Vizconde de Mediado es la experimentación que Ítalo Calvino hizo en el género fantástico dando vida a una trilogía que sigue con El barón rampante y El caballero inexistente.
Lo interesante de la primera parte de la trilogía, además de encontrarse con un personaje que es solo la mitad perfecta de un cuerpo, es cómo tras el incidente se vuelve antagonista de su otra mitad con la cual solo se encontrará al final del relato.
No estamos frente a un tradicional protagonista-antagonista con una lucha interna, sino ante un personaje que saca lo más oscuro y lo más bondadoso de su ser y la permanente lucha entre ambas pulsiones. “Esta oposición nos introduce también en el tema del doble, entendido desde el planteamiento de dos entidades psicológicas antagónicas, que representan la parte positiva y negativa de la personalidad, según la consideración psicoanalítica de Jung y su escuela”, plantea María José Bonachia en su análisis “El vizconde Demediado: un conflicto entre el bien y el mal”.
Una vez mutilado, los demás personajes llaman por apodos al Vizconde, siendo el malo renombrado como el Manco, el Tuerto, el Doliente, el Roto, el Cojo, el Desnalgado… es decir, palabras que crean realidad asociada a la destrucción, mutilación y muerte.
Marie-Louise Von Franz, en su obra L’ombre et le mal dans les contes de fées, explica que la sombra es lo que no queremos conocer de nosotros mismos, eso que no queremos ver de manera consciente y que a la larga se convierte en una segunda personalidad, disociada y autónoma.
La maldad de Medardo se dirigió también contra su propio haber: el castillo. El fuego comenzó en el ala donde vivían los criados y flameó entre fuertes chillidos de quien había quedado prisionero, mientras se vio al vizconde alejarse cabalgando por el campo. Era un atentado que había tendido a la vida de su nodriza y casi madre Sebastiana. Con la obstinación autoritaria que las mujeres pretenden mantener sobre aquellos que han conocido de niños, Sebastiana no dejaba nunca de regañar al vizconde en cada nueva fechoría (…) Sacaron a Sebastiana maltrecha de los muros carbonizados y tuvo que guardar cama muchos días, para curarse de las quemaduras. Una noche, la puerta de la habitación en la que yacía se abrió y el vizconde apareció junto a la cama.—¿Qué son esas manchas en vuestra cara, nodriza? —dijo Medardo, indicando las quemaduras.—Un rastro de tus pecados, hijo—dijo la vieja, serena.—(…) Dio media vuelta, salió, huyó fuera del castillo, cogió consigo un barrilete de vino «cancarone» y desapareció en los bosques. No se le vio durante una semana. Cuando regresó, la nodriza Sebastiana había sido enviada al pueblo de los leprosos.
El Bueno irrumpe de manera sorpresiva, despertando de un sueño mientras pescaba, y con el fin de salvar a su sobrino de una picadura venenosa. Inmediatamente se produce la contraposición con el Malo, quien acostumbraba a llevar una capa negra y botas altas de cuero, pues el afable viste como vagabundo, con una “calza de lana de listas azules y blancas, llena de remiendos”.
Pero por muchos sitios empezaban a llegar noticias de una doble naturaleza de Medardo.Niños perdidos en el bosque eran encontrados, con mucho miedo por su parte, por el medio hombre de la muleta que los devolvía de la mano a casa y les regalaba brevas y buñuelos; pobres viudas eran ayudadas por él a transportar haces de leña; perros mordidos por una víbora eran curados, regalos misteriosos eran encontrados por los pobres en los alféizares y los umbrales, árboles frutales arrancados por el viento eran enderezados y afianzados en sus glebas antes de que los propietarios se hubiesen asomado a la puerta.
Pero al mismo tiempo, las apariciones del vizconde medio envuelto en la capa negra indicaban sombríos acontecimientos: niños raptados eran después encontrados prisioneros en cuevas tapadas con piedras; derrumbes de troncos y rocas caían sobre las viejecitas; calabazas aún sin madurar eran hechas pedazos únicamente por espíritu malvado.
La “batalla final” es la que reúne la totalidad de la contraposición de la novela, esa lucha entre el bien y el mal que tantas veces se da en el ser humano. “Una de las antítesis más significativas es la del conflicto que se establece entre las dos personalidades al final de la obra con motivo de la boda, y que se traduce en una imagen de hostilidad del personaje consigo mismo (…), el combate del personaje positivo, de luz contra su yo negativo, su parte oscura, maravillosamente presentado en una escena acompañada de numerosos elementos simbólicos que ilustran el destino del ser dividido que aspira a una unidad imposible”, expone Bonachía en su estudio.
Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía verlo todo y no veía más que la corteza. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, muchacho, y te lo deseo, comprenderás cosas que escapan a la normal inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y valiosa. Y también tú querrás que todo esté demediado y desgarrado a tu imagen, porque belleza y sabiduría y justicia existen sólo en aquello que está hecho a trozos.
Calvino al comentar su obra dijo que lo que buscó al crear al Vizconde Demediado fue combatir las divisiones del hombre aspirando a que el ser completo supere las mutilaciones que impone la sociedad. Así, podemos concluir que la maldad ni la bondad existen por sí mismas, sino que son las consecuencias de un acto sopesado a ojos de un observador externo.