“Mientras aun le quede luz a la estrella/nada estará perdido. Nada”. (Paul Celan, citado por Byung Chul-Han)
Comienza la primavera del fracaso. Escandalizadas frente a la avaricia y la ambición, ya florecen las camelias blancas. Ya comienza. Comienzo. Me duermo y bostezo. No al revés o a lo que veréis. Viviendo en un umbral entre la deserción y la esperanza. Tiempos de abandono donde avanza la “estupidez y la mentira”. ¿Resignación? y angustia.
Fracaso de lo político, ya sin “potencia creativa”. Avanza la violencia. Corrupción sin límites. Deshumanización violenta y normalizada. Miedo y congoja. Huye espantada de la imaginación. De una rebelión fracasada. Clara oscura en la cárcel del tiempo. Huye de un espacio sin esquinas. Blanco y púrpura en un mar de flores sin futuro, hacia el umbral de lo desconocido. Un umbral: “Punto de transformación. De acceso y comunicación entre dos espacios”. Entre dos mundos.
Resignación frente a lo impensable y lo impensado. Depresión y desgano “Frente a un capitalismo cadavérico… que nos exprime y convierte en información monetaria”. Metamorfosis en un cubit o bit cuántico. En un cubil sangriento de las máquinas. Sólo una probabilidad superpuesta y entrelazada entre el 0 y el 1. En un “cero de las formas” (humanas). En un “objeto técnico” económico. En la angustia que permite mirar la nada. Abandono de la resistencia. Deserción. No más combates. La fuga como un “imperativo ético y estratégicamente racional”, que no significa cobardía según el autor.
Es Franco Berardi, el que nos propone: “¡Desertemos!”. Pero, después de citar al poeta William Auden con estos versos “Si bien no siempre recordamos por qué/No podemos olvidar/ Que hemos sido felices”. Eso sí, nos advierte que se refiere a la “Deserción del ser”. Al “abandono del primado del ser (humano) respecto a devenir otro”. Yo enfatizo (usando sus palabras), la deserción frente a nuestro actual “experimento fallido”, político económico, y humanizador “civilizatorio” desde hace décadas, pero hoy de forma que parece catastrófica. Acaso frente al imperativo de la paz social, ¿“somos un polvorín” * que “no se caerá a pedazos” **?
Al otro lado de la frontera, frente a la angustia y el miedo individualizador -que “matan cualquier germen de esperanza” y de acción comunitaria-, nos impulsa la esperanza abriendo horizontes de sentido capaces de crear nuevas realidades.
“A base del miedo no se crea ninguna comunidad”, nos recuerda Han: “No existe la revolución del miedo. El miedo individualizador mata cualquier germen de esperanza” y de acción comunitaria. Bajo su imperio, afirma que sólo se sobrevive y “no se vive una nueva vida”. Cita a Gabriel Marcel: “Pensando en nosotros, he puesto mis esperanzas en ti. La esperanza está magnetizada por el amor. Es un afán y un salto. Se aprende (y aprehende)”. Han describe una esperanza capaz crear comunidad y un nosotros.
Aquí no cabe la retirada estratégica ni la huida desmoralizadora. Ni menos una contemplación esperanzadora o una pasividad perezosa acaso y falta de coraje moral. “La esperanza es el fermento de la revolución, el catalizador de lo nuevo” y la acción. “Quién tiene miedo se somete al poder”. Han cita a Václav Havel, para quién la esperanza tiene: “Una dimensión anímica. Un estado espiritual. Una orientación para el espíritu. Una orientación para el corazón que señala caminos”
El filósofo, ahora de la esperanza que “adviene” en un tiempo nuevo, como acontecer más allá de un futuro sólo productivamente planificado y calculado individualizador, proclama “la necesidad de una política de la esperanza que venza el clima y el régimen del miedo creando una atmósfera de esperanza”, que siempre pregone e impulse un cambio futurizo.
No cabe duda, que esta esperanza, cataliza el “arte de ser humanos”, como parte de la “nobleza del espíritu”, radicada en la verdad, la justicia, la creación de belleza, el verdadero amor y la compasión.
Colaboradores intertextuales: Franco<Bifo >Berardi con “Desertemos”; Byung-Chul Han, con “El espíritu de la esperanza”; Rob Riemen con “El arte de ser humanos”; Yuk Hui, en “El cero de las formas. Arte, tecnología e historia”, de varios autores;
Citas de Sebastián Edwards* y Monseñor Fernando Chomalí*.