La Otredad de Hiranio Chávez y la búsqueda eterna

por Felipe de la Parra Vial

A veces siempre / habito en la pieza del lado / llena de pianos / de ventanas a la mañana del mar …una y otra vez / viene a mí la otra vida / donde apenas existo / donde nadie se acuerda…

Tantas veces Hiranio Chávez Rojas, tantas veces Hiranio. Tantas veces que Hiranio se confunde con la palabra Hermano.

Prometo decir su nombre en voz alta para que las nuevas generaciones sepan que viene volando, danzando habría que decir. Que vive entre nosotros. Prometo decirlo ahora para denunciar su porfía por las artes y unirme al festejo del premio premiado por la Academia Chilena de la Lengua por el delito de “difusor de la cultura popular, que lleva por nombre la leyenda de Oreste Plath.

Hiranio primero, el de la danza de los espejos, donde elige ser los otros. Vivir la otredad. Terminar con el distanciamiento del artista con el público. Hacer de la obra una sola, con la belleza y a la vez, con el derecho propietario de empoderamiento del espectador. De ese gesto invisible en que el espectador, el lector, hace como propia la obra artística.

Ese momento en que se unen la estética con la ética en un solo dialogo en el escenario, en el libro y en la película, en un solo todo. 

Eso explica que Hiranio baile solo la cueca sola con las que bailan solas. 

Así el dolor desaparece, limpia la mente. Danza con los muertos, los que ya no están, con los amores invisibles. No se detiene de danzar.

El mismo Hiranio, el que estudia y aprende de profesores con toga y birrete, con cantoras y autoras, con la voz del campesino y el pescador. 

Crece todos los días en el altiplano, en Chiloé, en el mundo mapuche. Su domicilio queda en todos los pueblos. Se llama Violeta Parra, Margot Loyola, Gabriela Pizarro, Rolando Alarcón, Víctor Jara, Raquel Barros, Héctor Pávez. Se llama “todos los universos”, Rodolfo Reyes, Malucha Solari, Hernán Baldrich, Ernest Uthoff, Lola Botka. Canta y baila, reúne las estrellas fugaces y los soles en el Cuncumén, en el conjunto Millaray, en los jóvenes estudiantes del grupo Ranquil. Es parte del icónico grupo Pucará, del conjunto Aucamán y del Bafona de fines de los 60.  

Hace poco cumplió 50 años con el grupo “Chamal”, ícono de la cultura popular chilota que nació en dictadura y que inauguró la discografía del Sello Alerce como muestra de la desobediencia y valentía en los días oscuros. 

(¡Ay, Ricardo García, nos haces falta!)

La búsqueda de los nuevos leguajes

Hiranio también se llama José Concepción Bahamondez, campesino chilote y conoce de las danzas tradicionales decimonónicas de las comunidades de la Isla Grande. Aprende a leer del Libro de la Naturaleza con la luz de la razón. No sabe leer ni escribir, pero adivina y su alma vive de cuentos y dichos. Aprende de la transdisciplina universal. Adivina y descubre las voces populares.

Es parte de una generación que buscó nuevos lenguajes a la expresión artística venida desde las raíces. Artistas que interpelan a la repetición venida de “los loros”, inocua, falsa y ajena.

Es un momento de la historia cultural donde reconocen domicilio en la etnomusicología, en un lenguaje nuevo. Rescatan la religiosidad popular, en las vírgenes de La Tirana, Andacollo y el Rosario, y también, en el Cuasimodo. Deja atrás el folclor en blanco y negro. Pregunta por los signos y los elementos para entender, para encontrar el lenguaje de todos.

Hiranio Chávez y el Estado Cultural

El trabajo de Hiranio Chávez es la voz de los pueblos, de los territorios, que construyen el Estado Cultural de un país. Une a los pueblos con las academias. Los pueblos son -a la vez-las universidades también. Une a Chile con el mundo, tanto que el mundo tiene como norte a nuestro país.

Esa es la clave del trabajo que ha estado haciendo el buen Hiranio en su andar por las artes escénicas. Son todos iguales: trabajadores de la cultura y las expresiones artísticas de los territorios

Es la expresión más lúcida de la Dignidad y se parece al sueño.

En la convicción de Chávez, su visión periférica se aprende en el sincretismo de lo popular con la academia, donde la disciplina tiene muchos ombligos y no queda reducido aquel ombligo solitario de la vanidad del narcisismo.

Eso se explica por qué Hiranio Chávez Rojas lleva siempre la llave del maestro Fidel Sepúlveda. Abrir las puertas le ha dado sentido a su trabajo. Siente que todavía hay muchas puertas por abrir en la búsqueda de la identidad nacional. 

Busca que le busca, siempre.

así es mi retorno / a la sombra del primer árbol / donde soy feliz / donde siempre soy / a pesar de ser otro.

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1 comment

Sol septiembre 27, 2024 - 1:14 am

Bella tu crónica. Gracias por compartir la historia de Hiranio Chávez. Un alimento pal alma!!!

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