El mundo económico está cambiando a pasos acelerados. De la etapa de la mundialización, la caída de la Unión Soviética y el fortalecimiento de las cadenas globales de producción iniciada en los años 1980, con masiva producción manufacturera china de creciente complejidad, pasamos a la gran crisis financiera de 2009 y a la de la pandemia en 2020. Hoy entramos a la era de la política comercial estratégica, impulsada por la competencia general entre China, Estados Unidos y Europa.
Entre 2017 y 2019, China gastó un extraordinario 1.7 por ciento de su producto interno bruto en apoyo industrial, más del doble del porcentaje de cualquier otro país, según un análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Como resultado, en 2022, China representó el 85 por ciento de toda la inversión mundial en la fabricación de energía limpia, según la Agencia Internacional de Energía. La producción dominante de China de paneles solares y vehículos eléctricos se sustenta en un desarrollo previo de las industrias química, del acero, de baterías y la electrónica, así como en grandes inversiones en líneas ferroviarias, puertos y carreteras. El dominio industrial de China se basa en décadas de experiencia utilizando el poder del Estado y su banca para inducir la inversión industrial, y al mismo tiempo fomentando una competencia entre las empresas privadas locales, no sin problemas y desequilibrios financieros. Esta política incluyó préstamos a bajo costo y terrenos baratos de gobiernos provinciales, con poca expectativa de que las empresas que estaban ayudando obtuvieran beneficios inmediatos.
Todo esto se combinó para poner a China en la posición de inundar a los países rivales con algunas de las principales innovaciones tecnológicas del siglo, los autos eléctricos y las baterías de litio de bajo costo, aunque su venta se ha vuelto coyunturalmente más lenta de lo previsto. China ahora controla más del 80 por ciento de la producción mundial en cada etapa de la fabricación de paneles solares. Las enormes economías de escala y el saber hacer tecnológico hacen más fuerte su posición competitiva, aunque haya etapas de sobreproducción y pocas utilidades, pero con la ventaja del apoyo público detrás.
Los Estados Unidos de Biden y la Europa desafiada militarmente por Rusia en Ucrania, están tratando de ponerse al día subsidiando a sus empresas locales, mientras también buscan bloquear productos chinos competidores, con Estados Unidos duplicando aranceles y Europa investigando competencia desleal. Algo de esta batalla general se vio en Chile en el caso del acero. Estos esfuerzos han logrado un avance inicial: en 2023 la participación de China en la nueva inversión en fábricas de energía limpia bajó al 75 por ciento. Entre tanto, las reglas del comercio hasta ahora conocidas van quedando atrás en beneficio de los intereses estratégicos de las naciones más poderosas, que procuran resistir la sobreproducción china.
El premio Nobel Joseph Stiglitz ha sostenido que Estados Unidos ha carecido durante mucho tiempo de una política industrial más amplia y de una estrategia coordinada. “Incluso los demócratas tenían miedo de asumir un papel más agresivo del gobierno«, dijo, «y creo que eso fue obviamente un gran error con consecuencias a largo plazo«, citado por el New York Times.
Esta publicación señala que, desde la perspectiva de algunos economistas chinos, las quejas sobre la injusticia por parte de Estados Unidos y Europa son un signo de los fracasos de sus propios gobiernos. “La decisión de Occidente de seguir políticas económicas neoliberales fue un error estratégico, lo que llevó a la desindustrialización de sus economías y proporcionó a China una oportunidad«, según Zheng Yongnian, profesor de la Universidad China de Hong Kong.
«La sobrecapacidad amenaza la viabilidad de las empresas en todo el mundo, incluyendo los mercados emergentes«, dijo por su parte la semana pasada la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos Janet L. Yellen. “Es crucial«, agregó, «que nosotros y el creciente número de países que han identificado esto como una preocupación presentemos un frente claro y unido«.
Las tensiones geopolíticas van en aumento y asimismo las económicas, las que se alimentan mutuamente. Pero también las nuevas adaptaciones. Una parte del aprovisionamiento de materiales y bienes intermedios chinos de las empresas de Estados Unidos transita ahora por México y Vietnam, países llamados «conectores«, en donde aumenta la inversión de empresas chinas y otras asiáticas. En 2023, México reemplazó a China como principal exportador a Estados Unidos. En el caso de Europa, Marruecos es el receptor reciente de mayores inversiones chinas, incluyendo en el sector automotor, destinadas a la exportación al viejo continente, que es el mercado interior más grande del mundo.
En este contexto, Chile debe al menos acelerar el aprovechamiento de sus ventajas en cobre y litio. En cobre, el ciclo de precios altos por mayor uso y oferta global limitada será largo, lo que supone en primer lugar sacar a Codelco del marasmo en que se encuentra. El mejor desempeño económico nacional esperado para 2024 tiene que ver con la producción privada de cobre, que se incrementó en el primer trimestre en 7,7% (72 mil toneladas), mientras Codelco la disminuyó en -9,6% (-31 mil toneladas), en una crisis de producción que se prolonga. La producción de la principal compañía estatal ya había registrado en 2023 una caída de -8,4% respecto al año anterior y en 2022 otra de -10,7%. Respecto a la del año de mayor volumen, de 1,735 mil toneladas en 2011, la producción de 1,325 mil toneladas en 2023 acumula una caída de un -23,7%, lo que es grave y no es objeto de la atención pública que se merece. Es fruto de una larga desatención de las inversiones, puesta en manos de ejecutivos que no creen en la empresa pública.
En materia de litio, están por verse los detalles del acuerdo Codelco-SQM. Más allá de sus cláusulas económicas, que deben otorgar al Estado al menos un 70% de las utilidades -lo que dependerá de los precios de referencia que se negocien- es imperativo sacar a la familia Ponce-Lerou de la propiedad de la empresa, porque fue mal habida en origen y porque intentó comprar el sistema político en su beneficio en la década pasada, dañando gravemente la credibilidad de la democracia chilena. Una democracia en forma no puede tolerar una afrenta de esa magnitud. Por su parte, los acuerdos de creación de actividad manufacturera en baterías con Corfo siguen hasta ahora sin resultados de licitación de cupos de extracción de litio contra proyectos de elaboración. Esta situación debe ser revertida con energía y aumentadas las exigencias del Estado chileno frente a las empresas chinas del sector. De otro modo el país, que representa el 0,35% del PIB mundial, seguirá sin tener nada qué decir para maximizar el bienestar nacional y establecer una estrategia de diversificación productiva, ahora en el nuevo mundo de las relaciones económicas estratégicas.